El Papa preside la celebración en la basílica de San Juan de Letrán de Roma e imparte la bendición con el Santísimo frente a Santa Maria la Mayor
Tras diversas fórmulas a lo largo de su pontificado, el papa Francisco ha vuelto a la basílica de San Juan de Letránpara la celebración del ‘Corpus Christi’ con posterior procesión hasta Santa María la Mayor donde el Papa ha impartido la bendición. En 2023 Bergoglio se encontraba hospitalizado recuperándose de una operación por lo que tampoco rezó en público el ángelus. Tampoco en 2022 pudo participar por sus problemas de rodilla siendo la última que presidió en 2021 en San Pedro con la pandemia del coronavirus, como en 2020. Ahora se ha retomado la costumbre, aunque la eucaristía se ha desarrollado en el interior del templo, aunque un buen número de fieles la siguió desde la explanada.
En la celebración y la posterior procesión has participado los obispos, párrocos y seminaristas de la diócesis de Roma. Además, unos 300 fieles han representado a las asociaciones vinculadas a la adoración nocturna y las órdenes del Santo Sepulcro y los Caballeros de Malta. Unas mil religiosas de congregaciones con carisma eucarístico han encontrado también acomodo a lo largo de la nave de la basílica. también el coro de la diócesis de Roma ha participado junto a la Capilla Sixtina. Para procesión, como siempre ha hecho, Francisco esperó la llegada del Santísimo frente a Santa María la Mayor donde se cantó el ‘Tantum ergo’ y el Papa dio la bendición.
En su homilía, Francisco comentó el gesto de Jesús de bendecir el Pan en su última cena para presentar la eucaristía como “acción de gracias”, “memoria” y “presencia”. “La palabra “Eucaristía” significa precisamente decir “gracias”, “agradecer” a Dios por sus dones” y el pan –que en muchos sitios se besa cuando se cae– “es el alimento de cada día, con el que llevamos al altar todo lo que somos y lo que tenemos: la vida, las acciones, los éxitos, y también los fracasos”. “La Eucaristía, precisamente, nos enseña a bendecir, a recibir y a besar, siempre, en acción de gracias, los dones de Dios, y esto no sólo en la celebración, sino también en la vida”.
La misa debe llevarnos, prosiguió el Papa, a vivir “no desperdiciando las cosas y los talentos que el Señor nos ha dado” o “perdonando y levantando al que se equivoca y cae por debilidad o por error” ya que “todos deben tener la posibilidad de volver a levantarse y retomar el camino” o a saludarse para celebrar el don de existir. Otras formas de vivir esto son “haciendo nuestro trabajo con amor, con precisión, con cuidado, viviéndolo como un don y una misión, cualquiera que este sea, incluso si es humilde, recordándonos que toda acción buena del hombre es sagrada y única ante Dios” o “compartiendo entre nosotros, al atardecer, los gestos de amor de los que fuimos testigos y protagonistas durante la jornada, como dones que merecen recordarse y celebrarse”. “Dios no nos pide cosas grandes y llamativas, es feliz con lo poco que tenemos para ofrecerle, cuando lo hacemos con la alegría y la humildad del que es agradecido”, sentenció.
La eucaristía, explicó Francisco, es “rememorar la Pascua de Cristo, su Pasión y su Resurrección, con la que nos ha liberado del pecado y de la muerte”, escuchar las palabras de la última cena para recordar la bendición del pan u el lavatorio de los pies. Gestos con los que Jesús “dándose a nosotros como pan, no sólo nos ha liberado, sino que también nos ha mostrado el modo de vivir como hombres libres”. Una libertad que no es egoísmo ya que “esta no es libertad, es esclavitud, y lo vemos bien en las situaciones en las que la cerrazón y el repliegue en uno mismo provocan pobreza, soledad, explotación, guerras y adicciones”.
Por ello, reclamó el pontífice “la libertad no se encuentra en las cajas fuertes de los que acumulan para sí mismos, ni en los sofás de los que perezosamente se acomodan en el desinterés y el individualismo. La libertad se encuentra en el cenáculo donde, sin otro motivo más que el amor, nos inclinamos ante los hermanos para ofrecerles nuestro servicio, nuestra vida, como “salvados” que quieren traer salvación y “liberados” que quieren traer libertad”.
Finalmente, reflexión el Papa, la eucaristía es “presencia real de Cristo”, de “un Dios que no es lejano ni celoso, sino cercano y solidario con el hombre; que no nos abandona, sino que nos busca, nos espera y nos acompaña; siempre, hasta el extremo de ponerse, indefenso, en nuestras manos, a merced de nuestra aceptación o de nuestro rechazo”. Esto nos impulsa, destacó, “a hacernos próximos a nuestros hermanos allí donde el amor nos llama. A estar cerca de los que están solos, de los que están lejos de casa” como cuando se dice de alguien que “es un pedazo de pan”.
“Dios se nos da como pan, para enseñarnos a ser a su vez “pedazos de pan” los unos a los otros”, destacó Francisco. Para él, “cuánta necesidad hay en nuestro mundo de este pan, de su aroma y de su esencia, que sabe a gratitud, libertad y a proximidad” frente a donde impera “montones de escombros a causa de la guerra, del egoísmo y de la indiferencia”. “Es urgente que el mundo recupere la fragancia buena y fresca del pan del amor, para seguir esperando y continuar reconstruyendo, sin cansarse nunca, aquello que el odio destruye”, apeló el Papa.
Para Francisco, terminó diciendo, “partiendo del altar, llevaremos a través de los hogares de nuestra ciudad la Hostia consagrada. No lo hacemos para exhibirnos, ni tampoco para ostentar nuestra fe, sino para invitar a todos a participar en el Pan de la Eucaristía, en la vida nueva que Jesús nos ha donado; para invitar a todos a caminar con nosotros siguiéndolo a Él, con corazón agradecido y generoso, para que en nosotros y en cada hombre y mujer que encontremos pueda aumentar la alegría y la libertad de los hijos de Dios”.