El milagro de la libertad en un régimen de excepción

Santos Alfaro Ayala se puso de rodillas, agachado, manos juntas, antes de la consagración de la hostia. Casi de la misma manera, se había mostrado unos momentos antes a las 60 o 70 personas presentes en el lugar. Con esas manos unidas y cabizbajo, entró también en el lugar que nunca imaginó ver en su vida: la celda de una prisión.



Ante el grupo de católicos reunidos para celebrar una misa en el cantón Guarjila, en el norte de El Salvador, este hombre sencillo y sin dobleces habló sobre su injusto encarcelamiento que se alargó casi tres meses. El 12 de enero, estaba en la oficina de la organización donde trabaja con otros tantos jóvenes cuando llegaron unos detectives que le buscaban para hacerle unas preguntas. Como no tenía nada que ocultar, los acompañó. Se fue con lo puesto. Nunca se imaginó que no regresaría en 88 días.

Aquel día, su nombre se sumó a la lista de los más de 76.000 hombres y mujeres detenidos en El Salvador bajo el llamado “régimen de excepción”, unas medidas aplicadas por el Gobierno en marzo de 2022 que limitan ciertas libertades, incluso el derecho a un proceso justo con las correspondientes garantías. El presidente Nayib Bukele se ha amparado en este recorte de libertades como algo necesario para combatir la lacra de los grupos criminales. A priori, se iba a aplicar durante 30 días, pero el órgano legislativo de El Salvador lo ha prorrogado más de dos años.

Alfaro no conoce las circunstancias que provocaron su encarcelamiento. Todavía hoy nadie se lo ha aclarado. La sospecha es que alguien a quien no le caía bien levantó una acusación falsa contra él. ¿Su delito? Ser un apreciado líder comunitario y presidente de la Fundación Tamarindo, que realiza obras sociales de promoción y desarrollo en el cantón Guarjila.

Un milagro de san Óscar Romero

Pero ahora todo lo vivido en prisión ha quedado atrás. Tal y como relata a ‘Vida Nueva’, en lo que se quiere enfocar es en el día después de su liberación, algo que considera un milagro atribuido a la intercesión de san Óscar Romero y otros mártires salvadoreños. No en vano, pocas personas detenidas bajo el ‘régimen’ han sido liberadas. Algo contribuyeron su jefe, miembros de la Iglesia, amigos y vecinos para que su nombre no cayera en el pozo del olvido.

Desde que fue detenido, recogieron firmas exigiendo su liberación y respondieron por él como líder católico que ha inspirado a los jóvenes de la aldea para no meterse en problemas. Tanto fue el eco que lograron que su cautiverio se convirtió en noticia de alcance nacional, con la correspondiente presión a los poderes públicos.

Sin embargo, la larga lista de testigos que se presentaron para defenderle y las cartas que respaldaban su buen nombre no tuvieron mucho peso durante la primera vista judicial a la que tuvo que enfrentarse, y no consiguió la libertad provisional. “Comprendí que ningún ser humano podía ayudarme a salir”, apunta Alfaro. Se puso a rezar constantemente, pidiéndole a Dios que le liberara, primero para la fiesta del beato Rutilio Grande, el 12 de marzo, y después para el 24 de marzo, la fiesta de san Óscar Romero. Nada pasó. Luego llegó Semana Santa. Para entonces, tenía hongos por todo el cuerpo, padecía una infección y estaba temblando y con fiebre en una celda hacinada: “Me han tratado como a un ser humano. Al menos, no me han golpeado… ¿Que comía en el suelo, en un guacal, como un animal? Sí, pero para mí no era ningún problema”.

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