“Su servicio es a favor de los huérfanos, viudas, obras sociales, en Cáritas, en la administración de los sacramentos ayudando a los párrocos”, relata ante los responsables del Dicasterio para el Clero
El papa Francisco quiere que el diaconado permanente recupere sus raíces y se desvista de toda adherencia clerical. Al menos, así se desprende de la reflexión que compartió ayer en voz alta ante los participantes en la Asamblea Plenaria del Dicasterio para el Clero, a quienes recibió ayer en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico.
En el discurso que tenía programado, recordó cómo el diaconado permanente fue reintroducido por el Concilio Vaticano II, pero admitió que “ha tenido una acogida muy variada”. “Todavía hoy cuestionamos a menudo la identidad específica del diaconado permanente”, añadió. Es más, se refirió a algunas de las propuestas que nacieron de la primera vuelta del Sínodo de la Sinodalidad, que incluía apostar “más decididamente la diaconía de la caridad y el servicio a los pobres”.
Fue en ese momento, cuando dejó los papeles a un lado para añadir una apostilla personal, que revela una preocupación real: “Ojo, porque muchas veces el diácono es pensado como un presbiterio de segunda”. “Lo vemos cuando algunos de ellos están en el altar y parecen querer concelebrar”, afirmó justo después el pontífice.
Frente a ello, Francisco concretó cuál debe ser la misión de estos adultos casados hoy: “El servicio de los diáconos es a favor de los huérfanos, viudas, obras sociales, en Cáritas, en la administración de los sacramentos ayudando a los párrocos”. “Asegúrense de que los diáconos no se sientan sacerdotes de segunda clase. Sería un riesgo ahora mismo”, remarcó.