“Soy Jonathan Enrique Acuña Paula. Psicólogo y teólogo de profesión. Callejear la fe, mi pasión”. Es la historia de este sacerdote colombiano de los Misioneros de La Consolata, comunidad fundada por el italiano José Allamano, en camino a los altares. A sus 34 años, recuerda que descubrió su vocación en las faenas con su papá, un conductor de busetas, en su natal Tolima: “Decía que algún día querría tener dinero para darle de comer a las personas de la calle y poder apoyar a los niños más pobres de nuestros barrios”.
Al igual que su fundador, encontró en Don Bosco, cuando tenía solo 14 años, el crisol para amoldar su opción por los descartados. También con la música de Facundo Cabral, cantautor argentino, supo que “el sueño es el inicio de una nueva realidad” por el compromiso social.
Cuando estaba en segundo año de Psicología conoció a los Misioneros de La Consolata. “Hacía parte de la Pastoral Juvenil de la diócesis y conocí al padre Alonso Álvarez, responsable de la animación misionera juvenil y vocacional en Colombia. Con él comenzamos a crear un campamento de discípulos misioneros de Jesús en Ibagué y luego por diferentes ciudades del país”. A la par con sus estudios, dedicó fines de semana y vacaciones para visitar como “misionero universitario” las zonas de conflicto en las selvas del Chocó, en el Pacífico colombiano.
En ese periplo tuvo un cara a cara con grupos guerrilleros y “fui testigo del reclutamiento de niños y jóvenes, que no contaban con los recursos necesarios para concluir sus estudios secundarios”. Así empezó a cuestionarse, pues “como laico no me puedo dedicar a tiempo completo a la misión, en cambio como sacerdote lo puedo dar todo”. Atendió la llamada y en 2021 fue ordenado diácono y en 2023 recibió la ordenación sacerdotal.
Uno de sus mayores logros en La Consolata es el Aguapanelazo, creado en 2013, tras su participación en la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil. Cuenta que “nosotros como jóvenes universitarios queríamos salir a las calles a hacer lío y la manera más acertada que encontramos en Ibagué fue salir todos los jueves a compartir aguapanela y pan con las personas que habitan las calles”. Esta iniciativa sigue viva en diez ciudades de Colombia y en Buenos Aires. “El aguapanela y el pan son simplemente una excusa para acercarnos”, dice.