Los manuscritos de “la cima absoluta de la poesía mística y amatoria de la lengua española” –el ‘Cántico espiritua’l, según lo define María Jesús Mancho Duque– llevan cuatro siglos pugnando por el honor y la fama de ser la última versión que concibió san Juan de la Cruz (Fontiveros, Ávila, 1542-Úbeda, Jaén, 1591). El traslado definitivo del manuscrito de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) –conocido como ‘Cántico A’– al Museo San Juan de la Cruz del convento de San Miguel, en Úbeda, ha reverdecido la rivalidad con el manuscrito de Jaén –el llamado ‘Cántico B’–, que el convento de Santa Teresa de la capital jiennense conserva en una caja fuerte.
Aunque la cronología del ‘Cántico espiritual’ sigue siendo objeto de disquisición, hay cierto acuerdo en que las estrofas 1-31, el denominado “protocántico”, las escribió san Juan de la Cruz en un cuaderno en Toledo, encarcelado aún en el convento de Nuestra Señora del Carmen, de donde escapó en 1578.
Las otras ocho las debió de culminar entre 1578 y 1584 entre Baeza y Granada. De su paso por Beas de Segura (Jaén) surgieron los “Comentarios en prosa”, que acabó de redactar en Granada, allí los fechó en 1584 en la primera redacción o “texto primitivo” –desaparecido ya en el siglo XVI– con el título de ‘Declaración de las canciones que tratan de el exercicio de amor entre el alma y el Esposo Christo, en la qual se tocan y declaran algunos punctos y effectos de oración, a petición de la madre Anna de Jesús, priora de las Descalças, en Sant Joseph de Granada’.
Copias manuscritas en Toledo, Beas de Segura y Granada rápidamente se difundieron por los conventos de la reforma. En el tercer tomo de las ‘Obras de san Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia’ (Monte Carmelo, 1930), Silverio de Santa Teresa repasa estos códices, conservados, sobre todo, en cenobios carmelitas.
“Como se tardó doce años más en publicarlo que los restantes libros del santo, tal vez por eso las copias de él fueron más abundantes”, refiere. “Todas ellas muy antiguas –añade–, algunas contemporáneas del santo, otras poco después de su muerte”. Sanlúcar de Barrameda, Sacromonte, Jesuitas de Granada, Jaén, Caravaca, Baeza, Málaga, Sevilla son los manuscritos que se enumeran en el ámbito del Carmelo Teresiano, aunque hay más.
El padre Dionisio Fernández Zapico emitió en el año 1947 un “juicio” en el que distingue “dos redacciones” del Cántico espiritual. “La primera redacción, de 39 estrofas –siempre con su comentario–, nos ha llegado en dos formas, que se distinguen entre sí solamente porque la segunda de ellas presenta varios párrafos claramente retocados, con el fin de dar al texto una forma más corriente y acabada, aunque sin cambiar la idea expuesta”, según Fernández Zapico. Es decir, son los códices de lo que llama la “forma primitiva” o Cánticos A: copias de “original muy defectuosas” –Bujalance, Loeches, Granada, por ejemplo– y el manuscrito de Barrameda o Cántico A, “único que nos da la primitiva redacción en copia clara y esmeradamente”.
El códice de Barrameda se exhibe desde octubre en Úbeda, localidad a la que se ha trasladado de manera definitiva con la autorización de la Junta de Andalucía tras el cierre a cal y canto del convento de las Carmelitas Descalzas de Sanlúcar. “La importancia de este códice es que es el único que conserva anotaciones, correcciones y añadidos manuscritos del propio Juan de Yepes”, sostiene el prior, fray Héctor Cáceres. El autógrafo de fray Juan de la Cruz que abre el libro, datado en 1584, lo confirma: “Este libro es el borrador del que ya se sacó en limpio”.