Vaticano

Francisco en el ángelus reivindica el “martirio” de los cristianos asesinados en la República Democrática del Congo

El pontífice preside la oración mariana a mediodía con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro en el Vaticano





El papa Francisco cerró esta intensa semana rezando el ángelus desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. En sus saludos recordó la beatificación del mártir polaco Michał Rapacz que sufrió la persecución nazi y soviética. Lamentó la masacre en el oriente de la República Democrática del Congo y llamó la atención sobre la muerte de las víctimas cristianas que han muerto por odio a la fe como verdaderos “mártires” que “testimonian el evangelio con valentía y coherencia”. “Dirijo mi llamamiento a las Autoridades nacionales y a la Comunidad internacional, para que se haga todo lo posible para detener la violencia y por la salvaguardia de la vida de los civiles. Entre las víctimas, muchos son cristianos asesinados ‘in odium fidei’. Son mártires”, sentenció abiertamente el pontífice. También rezó por la paz en Ucrania, Tierra Santa, Sudán, Myanmar y todos los lugares donde “se sufre por la guerra”.



La espera confiada

Comentando el evangelio del día, comparando el Reino de Dios con una semilla que crece (cf. Mc 4, 26-34), Francisco reflexionó sobre la “espera confiada”. “En la siembra, por muy buena y abundante que sea la semilla que esparza el agricultor, y por muy bien que prepare la tierra, las plantas no brotan inmediatamente: ¡se necesita tiempo!”, explicó el Papa. Así que, añadió, “es necesario que, después de sembrar, sepa esperar con confianza” hasta la cosecha.

Ante este “milagro” invisible “se necesita paciencia y, mientras tanto, hay que seguir cuidando los terrones, regándolos y manteniéndolos limpios, a pesar de que en la superficie parezca que no ocurre nada”. Por eso en el caso del Reino, Jesús “pone en nosotros las semillas de su Palabra y de su gracia, semillas buenas y abundantes, y luego, sin dejar de acompañarnos, espera pacientemente”. Él, añadió el pontífice, “sigue cuidando de nosotros, con la confianza de un Padre, pero nos da tiempo, para que las semillas se abran, crezcan y se desarrollen hasta dar fruto de buenas obras” sin excluir a nadie porque “quiere que todos podamos crecer como espigas”.

Con estas palabras, apuntó Bergoglio, “el Señor nos da un ejemplo: nos enseña también a sembrar con confianza el Evangelio allí donde estemos –como padres, sacerdotes, religiosos, profesores, catequistas, formadores– y a esperar después que la semilla sembrada crezca y dé fruto en nosotros y en los demás, sin desanimarnos y sin dejar de apoyarnos y ayudarnos mutuamente incluso allí donde, a pesar de nuestros esfuerzos, no parece que veamos resultados inmediatos”. “De hecho, a menudo, incluso entre nosotros, más allá de las apariencias, el milagro ya está en marcha y, a su debido tiempo, dará frutos abundantes”, interpeló el Papa.

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