Horas después, citó al religioso zamorano en el ángelus y destacó cómo ejerció este sacramento siendo ante todo “un hombre de consejo”
Cuando la persona fallecida es muy querida para él, el papa Francisco no duda en presentarse por sorpresa en su capilla ardiente. Y es lo que hizo ayer, domingo 23 de junio, al acudir a la iglesia de los Santos Cuarenta Mártires y San Pascual Baylón, en el barrio romano del Trastevere, a presentar su sentido pésame ante los restos mortales del franciscano zamorano Manuel Blanco Rodríguez, fallecido a los 85 años de un modo repentino dos días antes.
Y es que Bergoglio estaba muy unido al religioso, que llevaba en la comunidad romana 44 años y del que ‘Vatican News’ ha confirmado que era su confesor. Hasta el punto de que, horas después, en el ángelus dominical, Francisco dedicó un espacio para, ante los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, agradecer públicamente la entrega de su “confesor”, quien ejerció este sacramento siendo ante todo “un hombre de consejo”.
“Recordándolo hoy, quisiera recordar a tantos hermanos franciscanos, confesores y predicadores, que han honrado y honran a la Iglesia de Roma. Gracias a todos ellos”, finalizó su alocución en la oración mariana.
En declaraciones a los medios vaticanos, el ministro general de la Orden de los Hermanos Menores, fray Massimo Fusarelli, enfatizó que Blanco era “un hombre de misericordia que nunca presumió de su papel”.
El franciscano español, que fue decano y profesor de Filosofía en la Pontificia Universidad Antonianum, en Roma, era muy apreciado por toda su comunidad en el Trastevere. Uno de sus compañeros, José Manuel Sanchís Cantó, profesor de Cristología en el Antonianum, destacó a ‘Vatican News’ la sorpresa de todos al llegar el Papa a la capilla ardiente: “Esta mañana, antes de las siete, han tocado el timbre. El padre superior nos había avisado de que llegaría alguien de la Casa Pontificia, pero no pensábamos que fuera el Papa. Cuando abrí la puerta, la gendarmería vaticana estaba allí para avisarnos de la inminente llegada de Francisco. Todos los frailes bajamos a la sacristía, donde está el féretro del padre Manuel”.
En la sentida conversación con los hermanos, “en un ambiente de serenidad y cercanía”, el Pontífice “nos dio algunos consejos y habló del padre Blanco como una persona buena, misericordiosa y suave”. Luego, tras el rezo de los laudes matutinos, Francisco llegó ante el cadáver de su amigo: “Lo primero que quiso hacer el Papa fue acercarse lo más posible al féretro y allí permaneció todo el tiempo”.
La Archidiócesis de Toledo ha publicado una nota en la que ha ofrecido interesantes datos biográficos de Manuel Blanco antes de sus más de cuatro décadas en Roma. De hecho, fue “consejero general de los franciscanos, provincial de los franciscanos menores de Castilla y, en la ciudad italiana de Asís, fue elegido definidor general de la Orden”.
Previamente, “estudió Teología en Roma, donde se ordenó sacerdote en 1963”, siendo un testigo de excepción de lo que supuso el Concilio Vaticano II en el corazón de la Iglesia. Después, hizo estudios civiles en Pedagogía y Psicología, licenciándose en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense.
En su siguiente etapa vital, “fue superior de la comunidad franciscana de San Juan de los Reyes, en Toledo”. Función que aunó con la de “superior de la de “profesor del Seminario Mayor”, uniéndole “una gran amistad con el cardenal don Marcelo”, entonces arzobispo toledano. También en Toledo fue docente en el Instituto Teológico San Ildefonso.