Joseph Kiwanuka: el primer obispo negro nació hace 125 años

Se trata del primer prelado de rito latino de África desde los tiempos de san Agustín

Joseph Kiwanuka

A día de hoy es absolutamente común que obispos y autoridades del Vaticano sean negros. Pero esto no siempre fue así. De hecho, en el Concilio Vaticano II (1962-1965) la gran mayoría de los obispos africanos eran misioneros blancos. No fue hasta el nombramiento de Joseph Kiwanuka como obispo en mayo de 1939, que esta situación cambió, convirtiéndose en el primer obispo nativo de rito latino en África desde los tiempos de San Agustín (354-430).



Tal como recoge Katholisch, Kiwanuka nació en Nakirebe, Uganda, el 25 de junio de 1899, hace hoy 125 años. Su ordenación vino de la mano del misionero Henri Streicher, alemán de la Orden de los Padres Blancos, quien quería sacerdotes locales para Uganda, ya que consideraba que esta era la única manera de que se estableciese de forma permanente la fe cristiana en el país.

Por este motivo, Streicher promovió a candidatos para ello, entre los cuales se encontraba Kiwanuka, un niño de origen humilde que caminaba cada día 14 kilómetros para ir a misa con su familia. Había aprendido a leer sin ninguna educación formal, por lo que el religioso lo envió a una escuela misionera. En 1923, Kiwanuka se unió a los Padres Blancos. En 1929 fue ordenado sacerdote y enviado a Roma, donde se doctoró con una tesis sobre derecho matrimonial.

Obispo diocesano

En mayo de 1939, Pío XII nombró a Joseph Kiwanuka vicario Apostólico de Masaka, con rango de obispo. A partir de entonces, este nombraría cada vez a más sacerdotes locales, poniendo gran énfasis en su formación. Más adelante, en 1953, Pío XII elevó Masaka a diócesis regular y Kiwanuka se convirtió en obispo diocesano. En 1960, Juan XXIII lo hizo arzobispo de Rubaga.

Kiwanuka falleció el 22 de febrero de 1966, pocos meses después de la conclusión del Concilio Vaticano II y pocos días antes de que Milton Obote se declarara presidente de Uganda tras un golpe de estado. Se salvó, así, de las sangrientas dictaduras de Obote e Idi Amin, sobre las que Kiwanuka había advertido.

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