Un laico, una religiosa contemplativa, otra de vida activa y un sacerdote, que se han unido en Liderazgo de Discernimiento Sinodal (LiDE), se han acercado “al estilo Francisco” –que no deja de ser “el estilo de Jesús de Nazaret”– para, después, trasladarlo a su día a día.
El equipo de titularidad de la está formado por cinco personas cuya misión es acompañar a los colegios en distintos ámbitos: desde la gestión de personal hasta lo económico, la evangelización, lo pedagógico y el carisma. Esta última es la parte encargada de María José Sanz, quien, además, es delegada de Pastoral Juvenil y Vocacional de la Provincia del Mediterráneo. “Como responsable de un área, aprender herramientas que te ayuden a liderar y a acompañar a otros en el proceso de liderazgo es súper importante”, reconoce.
“Las herramientas que aprendemos en LiDE son muy valiosas, sobre todo esa manera de liderar más sinodal en la que últimamente está insistiendo la Iglesia: ayudar a cada persona a tomar la vida en sus manos y a saber escuchar a los demás”, agrega. Y es que, para esta religiosa, el liderazgo comienza por uno mismo. “Cada uno tenemos que ser líderes de nosotros mismos, pero acogiéndonos tal y como somos, con nuestras fortalezas y nuestras vulnerabilidades”, ya que solo desde ese punto “uno puede empezar a plantearse el situarse ante los demás desde la escucha”.
También, señala, es importante analizar “cómo queremos desplegar nuestra misión desde la planificación estratégica discernida; cómo vivir y gestionar todas las polaridades que pueden surgir en nuestra tarea”, pues estas herramientas de liderazgo “te dan un olfato especial ante la vida para saber por dónde ir, a qué prestar atención… Por eso, sobre todo, es importante la escucha y el discernimiento”. Todo ello, en definitiva, con el objetivo de posicionarse “desde el tú a tú” con los demás.
Eduardo Escobés es padre de familia y trabaja en el ámbito de la política social en una fundación de desarrollo. Es, además, el presidente de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) en España desde 2019. Cinco años en los que ha estado al frente de esta red mundial de laicos de espiritualidad ignaciana presente en 75 países del mundo y que, en España, aúna a 1.200 personas en distintos procesos de incorporación a la comunidad. En su caso, aprovechó esta experiencia de liderazgo para participar en los primeros momentos de preparación del programa LiDE. Así, fue ‘partner’ y estuvo en el proceso de idear el programa que después se ha comenzad a impartir.
“Para mí hay un componente del programa LiDE que conecta de forma directa con la Iglesia sinodal, es decir, plural y diversa”, señala, “y no es otra que el reconocimiento de los diferentes carismas y formas de recibir y expresar la fe”. Y es que, según subraya, “cada uno sabe cómo Dios le habla y a qué le llama”. Este llamado de Dios conecta directamente con el discernimiento, un elemento, dice, que es “clave” en su vida, “en lo personal, en lo comunitario y en mi responsabilidad en relación con la Iglesia y con el mundo”.
“Parte del ADN del programa LiDE es el discernimiento”, explica Escobés. Y este no es únicamente “a ver qué decido hacer” sino también “ser capaz de ponerse, en lo individual y en lo colectivo, a la escucha de lo que Dios quiere, e intuir, desde esa oración –que no es solo la que surge en silencio, en lo personal, sino también en ese ruido del mundo de hoy– hacia dónde intuimos que Dios nos está llevando”.
Rodeado del silencio propio de la naturaleza, el monasterio cisterciense de Nuestra Señora de Vico (Arnedo, La Rioja) alberga una comunidad de monjas contemplativas que tampoco escapan de este liderazgo al estilo Francisco. “O, más bien, al estilo de Jesús”, puntualiza su abadesa, María Isabel Rivero. Ella ya ha hecho el curso de LiDE, pero no va a ser la única. Por el momento, ya ha completado la formación otra de las religiosas de su comunidad y a la siguiente edición, irá otra. Su intención es que todas las que puedan y quieran hacerlo, lo hagan. “La que ha ido ya al curso, que acaba de terminar, está muy contenta de haber asistido. Las demás están con ganas de ver cómo continúa este cambio”, dice.
“Es una formación experiencial, en la que los participantes van caminando juntos”, señala, y, “a partir de la formación, vamos resolviendo y viendo las cuestiones conjuntamente”. “Al principio te desconcierta, porque tienes que implicarte”, reconoce, aunque no le parece mal. Todo lo contrario. “No es una formación intelectual que recibes y cuando te vas a casa lo pones en práctica como puedas, sino que te tienes que ir implicando e ir trabajando entre todos con las herramientas que te dan”, explica.
“Además, el hecho de que vayamos de distintas congregaciones y de distintas familias religiosas, pese a que, al principio, a alguna gente le podría chocar, porque se preguntaban cómo iban a aprender siendo de distintos carismas, en seguida se crean vínculos y, de hecho, se han creado vínculos potentes y seguimos. Ahora estamos con los encuentros online, por lo que podemos seguir compartiendo cómo ponemos en práctica las herramientas en nuestras comunidades”.
David Rodríguez, sacerdote diocesano y formador del Seminario de Tenerife, llegó al proyecto LiDE pensando que allí iban a tratar estrategias para liderar. Pero el curso, dice, “empieza muy en lo personal” para después pasar a lo “comunitario e institucional”. “Ahí me doy cuenta de que es necesario aterrizar en que el líder, lo primero de todo, es persona, y que hay que trabajar en todos estos aspectos personales porque se traducen en un estilo propio de liderazgo”, explica. Por ello, hay que ir a la raíz: “Desde la conversión personal hasta la historia de cada uno”, ya que esto se traduce “en el cómo nos relacionamos con las personas y cómo lideramos”.
“Siempre pienso en el liderazgo como cuidado: cuidarnos, cuidar a otros”, apunta. Y, en esta dinámica del cuidado, “entrar en una dinámica de mirar desde el Evangelio a Jesús. Pensar en cómo Jesús tocaba, miraba, cuidaba… y todo eso se tiene que traducir a un estilo de liderazgo. Y muy humano. Sería algo muy alejado de lo que nos pide el Espíritu en este momento pensar en un tipo de liderazgo orientado únicamente a unos números, un beneficio… porque, al final Él va por otro lado”.
Como reconoce, esta experiencia “nos pone delante las relaciones, el cómo afrontar situaciones que a veces hay de conflicto que se generan dentro de un equipo de trabajo, de una comunidad, que generalmente pueden no ser fruto mío, pero que estoy llamado también a hacerlos míos”. Y ahí, matiza, también entra “la situación personal de cómo vivimos las circunstancias que nos llegan, desde qué claves las miramos y las abrazamos e intentamos trabajarlas”.