En la mañana de este 28 de junio, el papa Francisco ha recibido a una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla que, como todos los años, ha querido visitarle en la víspera de la fiesta de los santos Pedro y Pablo.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- PODCAST: Formando líderes serviciales
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Ante los representantes del patriarca Bartolomé, con quien el Pontífice mantiene una estrecha amistad, ha celebrado el legado petrino y paulino, que ha marcado la identidad de la Iglesia, además de estar ante dos apóstoles que “dieron testimonio de su fe en Jesucristo hasta el martirio en esta ciudad”, Roma.
Bajo la guía del Espíritu Santo
Estos encuentros, como lo que se viven también en la fiesta del apóstol Andrés, hermano de Pedro, cuando el Papa envía otra delegación en su nombre a visitar a Bartolomé en la sede constantinopolitana de El Fanar, “ofrecen la oportunidad de experimentar la alegría del encuentro fraterno y testimoniar los profundos lazos que unen a las Iglesias hermanas de Roma y Constantinopla, con la firme decisión de avanzar juntas hacia el restablecimiento de la unidad, a la que solo el Espíritu Santo puede guiarnos”, alcanzando “la comunión en la legítima diversidad”.
Este “camino de acercamiento y pacificación” recibió “un nuevo impulso con el encuentro entre el santo papa Pablo VI y el patriarca ecuménico Atenágoras, celebrado hace sesenta años en Jerusalén”. Para Francisco, “tras siglos de distanciamiento mutuo, aquel encuentro fue un signo de gran esperanza, que no deja de inspirar los corazones y las mentes de tantos hombres y mujeres que hoy anhelan alcanzar, con la ayuda de Dios, el día en que podamos participar juntos en el banquete eucarístico”.
Juntos en Jerusalén
Bergoglio también ha recordado que, “hace diez años, en mayo de 2014, Su Santidad Bartolomé y yo fuimos a peregrinos a Jerusalén, para conmemorar el 50º aniversario de aquel acontecimiento histórico. Allí mismo, donde nuestro Señor Jesucristo murió, resucitó y ascendió a los cielos, y donde el Espíritu Santo se derramó por primera vez sobre los discípulos, reafirmamos nuestro compromiso de seguir caminando juntos hacia la unidad por la que Cristo el Señor rogó al Padre: ‘Que todos sean uno’ (Jn 17,21)”.
Desde el recuerdo “vivo y agradecido” de aquella “peregrinación común”, el Papa ha agradecido a Dios “la amistad fraterna que se ha desarrollado entre nosotros a lo largo de estos años. Se ha alimentado en muchos encuentros, en muchas ocasiones de colaboración concreta entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en temas de gran importancia para las Iglesias y para el mundo, como el cuidado de la creación, la defensa de la dignidad humana, la paz”.
Intercambio de dones
Y es que, como percibe con claridad el Papa, “el diálogo entre nuestras Iglesias no entraña ningún riesgo para la integridad de la fe; al contrario, es una exigencia que brota de la fidelidad al Señor y nos conduce a toda la verdad (Jn 16, 13), a través de un intercambio de dones, bajo la guía del Espíritu Santo”.
En este sentido, Francisco ha renovado su apoyo al trabajo de “la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, que ha emprendido el estudio de delicadas cuestiones históricas y teológicas. Espero que los pastores y teólogos implicados en este camino vayan más allá de las disputas puramente académicas y se dispongan a escuchar dócilmente lo que el Espíritu Santo dice a la vida de la Iglesia, así como que lo ya estudiado y consensuado encuentre plena acogida en nuestras comunidades y lugares de formación”.
Improvisación papal
Y aquí, significativamente, Bergoglio ha añadido una frase al discurso previsto y distribuido previamente a los medios: “Siempre habrá resistencias a esto, en todas partes, pero debemos avanzar con valentía”.
Tampoco aquí el Papa ha querido dejar pasar por alto una preocupación que sobrecoge a ambas Iglesias: el drama de la guerra. Así, en primer lugar, se ha referido a “la dramática situación que actualmente se vive en Tierra Santa”. En plena crisis en Gaza, bañada en sangre por Israel tras el brutal ataque de Hamás del pasado 7 de octubre, “la historia actual nos muestra trágicamente la necesidad y la urgencia de rezar juntos por la paz, para que esta guerra termine, los jefes de las naciones y las partes en conflicto encuentren el camino de la concordia y todos se reconozcan como hermanos”.
Con “la atormentada Ucrania”
A continuación, el Pontífice ha puesto su mirada en “la atormentada Ucrania”, pues, “en un tiempo en que tantos hombres y mujeres son prisioneros del miedo al futuro, la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos, a Jesucristo, nuestra esperanza”.
Ante el Jubileo de 2025, bajo el lema ‘Peregrinos de la esperanza’, el Papa pide a los representantes del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla que “acompañéis y apoyéis con vuestra oración este año de gracia, para que no falten abundantes frutos espirituales”.
Ante el Concilio Ecuménico de Nicea
Y más cuando el año que viene, en el que también se celebra el 1.700º aniversario del Primer Concilio Ecuménico de Nicea, este será muy importante para ambas Iglesias: “Espero que el recuerdo de este acontecimiento tan importante aumente en todos los creyentes en Cristo Señor la voluntad de testimoniar juntos la fe y el anhelo de una mayor comunión. En particular, me alegra que el Patriarcado Ecuménico y el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos hayan comenzado a reflexionar sobre cómo conmemorar juntos este aniversario”.
De hecho, un momento clave será el encuentro de ambos pastores: “Agradezco a Su Santidad Bartolomé que me haya invitado a celebrarlo cerca del lugar donde el Concilio se reunió. Espero que, si Dios quiere, mi salud, mi edad y mis compromisos jubilares me permitan realizar este viaje que tanto deseo”. Será otro hito más en este “caminar por la senda que Él nos muestra, que es siempre la senda del amor, la reconciliación y la misericordia”.
Recuerdo de Zizioulas
También al final el Papa ha añadido un comentario más a lo estipulado en su discurso previo: “Me acuerdo de un episodio del difunto Zizioulas [metropolita ortodoxo de Pérgamo, fallecido meses atrás]: era irónico, pero era bueno, yo le quería… Y decía bromeando: ‘Sé cuándo será el día de la plena unidad: el día del Juicio Final. Pero, mientras tanto, caminemos juntos, recemos juntos y trabajemos juntos’. Y esto es sabio. Gracias, muchas gracias”.
Igualmente, ha improvisado su último gesto de despedida. Tras el habitual “recen por mí”, ha añadido esto: “Ahora me gustaría que antes de terminar recemos juntos el Padre Nuestro, cada uno en nuestra propia lengua”. Y así lo han hecho todos los presentes.