Los obispos de Costa Rica manifestaron su preocupación por la gran cantidad de homicidios que se vienen registrando en el país, muchos de ellos relacionados con jóvenes ligados al narcotráfico o a la delincuencia organizada.
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En un mensaje dirigido al Pueblo de Dios, la Conferencia Episcopal de Costa Rica –cuyo presidente es el obispo de Limón, Javier Román Arias– señaló que se observa “un agravamiento en la perversidad y capacidad organizativa con que se perpetran“.
También denunciaron una alta persistencia en los casos de violencia al interior de los hogares, donde mujeres, niños y adultos mayores son las principales víctimas. “A esto se suma la violencia en los centros educativos, lugares de trabajo, en las carreteras y otros muchos contextos”.
Los obispos piden el compromiso de todos
Los obispos llamaron a los feligreses a un genuino y efectivo compromiso de todos y se unieron al “empeño de buscar caminos de unidad y de paz para enfrentar tan compleja situación”.
Destacaron que la violencia no se distribuye de manera uniforme, ni social ni geográficamente, sino que se concentra sobre todo donde la vulnerabilidad expone a las personas a un influjo mayor de factores perjudiciales.
Para los prelados, es momento de preguntarse ante este panorama si “¿vamos a normalizar los hechos de violencia, aceptando que es inevitable? ¿Vamos a seguir admitiendo que el dolor de tantos hermanos se reduzca a simples datos estadísticos o a espectáculos mediáticos?”.
Nuestros hermanos están muriendo
En ese sentido, dijeron reconocer que en las comunidades hay grandes manifestaciones de bien, bondad y solidaridad que contrastan con tanto dolor. “Creyentes y no creyentes deseamos condiciones sociales que nos permitan vivir dignamente y en libertad, vivir sin miedo”.
Los obispos también hicieron un llamado a los servidores públicos de todas las instituciones de la República, “a no escatimar esfuerzos para asumir las medidas pertinentes y atender a profundidad esta urgente problemática… No es fácil, pero sí urgente, porque están sufriendo y muriendo nuestros hermanos”.
Pidieron ser conscientes de que las soluciones no son inmediatas “y demandan la colaboración de todos”.
Finalmente se encomendaron a “Nuestra Madre del cielo, Nuestra Señora de Los Ángeles, la Reina de la paz. Que interceda ante su Hijo, Príncipe de la paz, para que encontremos caminos que conduzcan a una sana convivencia que nos permita vivir en la dignidad de los hijos de Dios”.