¿Se deben retirar las obras de Marko Rupnik, ex jesuita esloveno acusado de abusos por decenas de religiosas de cuya confianza se habría aprovechado hace décadas? ¿O se debe poner el arte por encima de su autor, aunque se le puedan achacar a este las peores abominaciones?
Este debate está muy presente en el seno de la Iglesia. Cada vez más. Y con visiones contrapuestas. Así, días atrás, el prefecto del Dicasterio para la Comunicación, Paolo Ruffini, en un encuentro con periodistas en Atlanta, apuntó que “nunca ha sido una buena decisión quitar, borrar o destruir obras de arte. Además, no podemos anticipar la sentencia que pronunciará el dicasterio que lo está juzgando [Doctrina de la Fe, por encargo del papa Francisco]. No es una respuesta cristiana”.
Al poco, salió a responderle el cardenal de Boston, Seán Patrick O’Malley, que preside la Pontificia Comisión para la Protección de Menores y que llamó a “evitar enviar el mensaje de que la Santa Sede no es consciente del malestar que tantas personas están sufriendo” al ver cómo los medios vaticanos siguen ilustrando con obras de Rupnik algunas de sus comunicaciones.
Ahora, tal y como recoge ‘Vatican News’, Jean-Marc Micas, obispo de Tarbes y Lourdes, ha publicado un comunicado en el que se ha posicionado sobre las obras del mosaiquista que decoran parte del reconocido santuario francés, al que acuden cada año millones de peregrinos de todo el mundo.
Y lo ha hecho siendo consciente de la complejidad del problema. Así, por un lado, ha explicado que su “opinión personal” es que “sería preferible retirar estos mosaicos”. La razón es que “muchas víctimas de violencia y abusos sexuales por parte de clérigos han expresado su sufrimiento y la violencia” que “representa para ellas” ver estos mosaicos de Rupnik en un lugar más que simbólico, como la entrada de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario.
En este sentido, para Micas, el matiz clave es que “esta situación no tiene nada que ver con otras obras cuyo autor y víctimas están muertos, a veces desde hace siglos. Aquí, las víctimas están vivas y el autor también”.
Eso sí, el obispo de Tarbes y Lourdes aclara que “la mejor decisión que se puede tomar aún no está madura” y tampoco sería “suficientemente comprendida”, por lo que “añadiría aún más división y violencia”. Entre otras cosas porque, “con el paso de los meses, he comprendido que no me corresponde a mí razonar sobre el estatuto de una obra de arte, sobre su ‘moralidad’, que debe distinguirse de la de su autor”.
Y es que habla desde la experiencia, pues el pasado año, durante seis meses, él y el rector del santuario crearon una comisión para estudiar el caso, invitando a víctimas de abusos, sacerdotes implicados en la lucha contra la lacra eclesial, expertos en arte, abogados y capellanes de santuarios de peregrinación. Ahí comprobaron que “las opiniones están muy divididas y a menudo polarizadas”.
De ahí que se pregunte en voz alta: “¿Hay que dejar los mosaicos donde están? ¿Hay que destruirlos? ¿Deben retirarse o exponerse en otro lugar?”. Y su respuesta no puede ser más abierta: “No hay consenso sobre ninguna de las propuestas. Las posiciones adoptadas son vivas y apasionadas”.
Por ello, como parece, aún no está próxima una decisión eclesial sobre las obras de Rupnik. Al menos en Lourdes. Mientras, pase lo que pase, su pastor tiene claro que “seguiré trabajando estrechamente con las víctimas”, desde “la cercanía” y por “la sanación” de sus dolorosas heridas.