Madrid cuenta ya con dos nuevos obispos auxiliares: Vicente Martín y José Antonio Álvarez. Los prelados han sido ordenados esta mañana en la catedral de La Almudena en una ceremonia presidida por el cardenal arzobispo José Cobo, una eucaristía concelebrada por el nuncio Bernardito Auza y más de setenta arzobispos y obispos.
Entre ellos, los cardenales eméritos de la capital, Carlos Osoro y Antonio María Rouco Varela; además del cardenal de Barcelona, Juan José Omella; el cardenal emérito de Valladolid, Ricardo Blázquez; el cardenal emérito de Caracas, Baltasar Porras, y el cardenal claretiano Aquilino Bocos. Desde hoy, la Archidiócesis de Madrid cuenta por tanto con cuatro auxiliares, puesto que Martín y Álvarez se suman a Juan Antonio Martínez Camino y Jesús Vidal.
En su homilía, Cobo explicitó a sus nuevos obispos auxiliares que “no somos dueños” de la Iglesia. “Y sabed que sois obispos de todos -subrayó-, de unos y de otros, de los que se confiesan católicos y de los que no lo son tanto”. “Estad siempre muy pendientes, porque siempre habrá otras ovejas que no están, porque nunca estuvieron o porque estuvieron y se marcharon; a ellas somos también enviados”, remarcó el también vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española.
Al inicio de la homilía, Cobo bromeó incluso con sus nuevos colaboradores: “Veo que aún no se os ha pasado el susto. Todos los que hemos pasado por este trance sabemos que hay llamadas del Señor Nuncio que cambian definitivamente la vida”. “Es tal la desmesura del servicio al que se nos convoca que, os lo aseguro, el susto no se pasa nunca”, añadió.
Y, desde ahí, les lanzó su principal encargo: “Vosotros sois enviados a ser pastores en comunión íntima con Cristo, Buen Pastor, y al servicio de nuestro presbiterio y de este querido pueblo de Dios, gastando la vida en lo esencial: anunciar juntos y de manera creíble a Jesucristo como el Salvador y Señor de nuestra vida, pues solo él regala la vida eterna, la vida más plena”.
Al aterrizar esta misión, Cobo les encomendó “mirar juntos el futuro”: “Dejaremos de lado los miedos y las nostalgias de tiempos pasados que acaban paralizando y bloquean el acceso a la esperanza”, remarcó el purpurado. En esta misma línea, les explicó que “somos enviados, no desde un irreal pretendido ‘grupo de perfectos’, sino desde una Iglesia que se sabe, al mismo tiempo, santa y pecadora”.
Con esta premisa, llamó a los dos auxiliares a cuidar del rebaño de Madrid, desde la realidad de cada oveja: “rebeldes, cansadas, enfermas…”. “Unas son colaboradoras, entusiastas, generosas, diligentes… Otras están cansadas, desilusionadas, hasta resentidas…”, relató el arzobispo. “Queredlas, por favor, a todas. Miradlas como las mira Dios, con corazón de misericordia”, remarcó.
En un momento determinado, Cobo echó mano de la mística francesa de los pobres, Madeleine Delbrêl, para compartir con ellos la necesidad de “ser testigos del amor de Dios en el mundo, a reflejar su luz en medio de la oscuridad, a ser sal y luz dondequiera que estemos”.
“No dejemos de posibilitar vínculos y puentes entre las diversas realidades eclesiales, recomendó a los nuevos pastores, convencido de la necesidad de apostar por la sinodalidad, “promoviendo la comunión en la diversidad y pluralidad tan rica de nuestro clero, de la vida consagrada y de nuestro pueblo”. “No pretendamos imponer la uniformidad. Seamos signo y estímulo de comunión eclesial”, sentenció el cardenal de Madrid.
En este sentido, les recomendó ser “custodios de la fe” desde “la cercanía” como “el rasgo más típico de Dios”. Con la mirada puesta en los fieles presentes en la catedral de la Almudena, les lanzó una petición: “Querida comunidad diocesana: ayudadnos a ser pastores”. “No dejéis de aprender del Pueblo de Dios, especialmente de los más pobres y necesitados de la misericordia de Dios”, aseveró el purpurado, sabedor de que “son los pobres quienes más enseñan”.