“Nuestro objetivo es que cada uno reconozca la profundidad de la fe del otro y que se valoren mutuamente”, señala el responsable de la comunidad ecuménica
“Caminar juntos”. Esta ha sido el punto de partida del séptimo encuentro de amistad entre jóvenes cristianos y musulmanes que se está celebrando en la comunidad ecuménica de Taizé desde el pasado domingo, 7 de julio, hasta el próximo viernes, día 12. Un centenar de jóvenes cristianos y musulmanes de entre 17 y 35 años han acudido a esta cita que se desarrolla en el corazón de Francia en medio de tensiones por la migración y el alma europea o la guerra en Gaza.
Desde 2017 en Taizé se generan espacios de diálogo contracorriente sobre la fraternidad y la misericordia. Algo que genera situaciones curiosas. Por ejemplo, para Rayan, de 19 años, que pertenece a un grupo de la mezquita de Massy en Essonne, gracias a esta cita “nunca había estado dentro de una iglesia, y antes de hoy nunca había hablado así con un cristiano”, señala en La Croix. “Hoy, por ejemplo, he llevado un ‘qamis’ todo el día y no he sentido ninguna mirada. En París, me habrían mirado fijamente”, dice otra participante que está “gratamente sorprendida”. “En Taizé, no eres cristiano, musulmán o judío, eres ante todo tú mismo, eres un adorador de Dios”, explica Younès, de 20 años.
“Nuestro objetivo es que cada uno reconozca la profundidad de la fe del otro y que se valoren mutuamente”, señala el hermano Jean-Jacques, responsable de la comunidad de estas jornadas. “aquí, están asombrados de poder ser ellos mismos sin tener que defenderse”, constata el religioso que afirma que han surgido “verdaderas amistades”. Es el caso de Marion, católica de 25 años, e Ilyas, musulmán de 24, que tras participar en 2023 crearon un grupo de WhatsApp con otros jóvenes para organizar actos interreligiosos y mantener el impulso en Lille, de donde ambos proceden. “Durante estos encuentros nos dimos cuenta de que nos entendíamos, contrariamente a lo que podríamos pensar. No era posible pasar por todo eso durante una semana y luego fingir que no había pasado nada al volver a casa”, explica Ilyas.
“En Taizé, aprendemos a descubrirnos unos a otros, lo que apacigua las relaciones y nos da ganas de tender la mano a los demás”, señala Abdelaziz El Magrouti, imán en Lille, que define las jornadas como “una semana que te da ganas de tender la mano a los demás”. La polarización social, denuncia, hace que “vivamos una estigmatización galopante que pone en peligro las relaciones interconfesionales, y las relaciones humanas en general”. Si bien, “los problemas fundamentales no se han resuelto. Con este tipo de iniciativas podemos empezar a abordarlos”.