Albacea del papa Pío IX, esta ‘eminencia’ tenía ascendencia de Baviera y es uno de los últimos grandes funcionarios de los Estados Pontificios
Mientras se espera la convocatoria del próximo consistorio para la creación de cardenales –o incluso la ilusión de que sea nombrado un laico o una mujer para esta dignidad– por el papa Francisco, hoy se celebra un aniversario curioso. Este 11 de julio se cumplen 125 años de la muerte, en 1899, del letrado Teodolfo Mertel cardenal perteneciente al orden de los diáconos pero que no fue clérigo, fue el último caso de un purpurado laico en la historia de la Iglesia.
Mertel falleció en Allumiere, en el centro de Italia. Abogado de profesión destacó por su carrera eclesiástica en el los últimos coletazos de los Estados Pontificios. Tanto es así que el papa Pío IX, hoy beato, lo nombró su albacea y lo describió como “el mejor hombre del siglo XIX”. Se cuenta que este cardenal era hijo de un panadero de Baviera que se trasladó a los territorios papales con su mujer Maria Franziska donde ejerció de panadero en la población minera donde nacería su hijo Teodolfo.
Allí, según recoge un reportaje de KNA, pasa su infancia hasta que se traslada a estudiar Derecho en Roma y doctorándose con poco más de 22 años. Una vez establecido como abogado en Allumiere sería llamado a la Curia romana por el papa Gregorio XVI en 1831 ocupando diversos cargos hasta ser nombrado presidente del Tribunal Civil Vaticano en 1843, obteniendo el título papal de prelado, sin ser clérigo.
En tiempos convulsos a las puertas del saqueo de Roma, fue el encargado de redactar en una noche un proyecto de constitución para los Estados Pontificios con 69 artículos como gesto de apertura a la modernidad. Así, Pío IX lo coloca en su círculo de confianza y sería nombrado responsable de Interior y Justicia e, incluso, jefe de gobierno. Antes, en marzo de 1858, lo crea cardenal a pesar de las reticencias de Mertel que se negó a ser ordenado sacerdote siendo finalmente ordenado diácono. Tras participar en el Vaticano I y tras la toma de Roma en 1870 redactó la carta en la que Pío IX protestaba contra el fin de los Estados Pontificios como un ataque al derecho internacional. Su cercanía al Papa hace que esté presente en un momento amargo como el traslado de los restos del pontífice tras su muerte, en 1881, hasta la basílica de San Lorenzo ‘extra muros’ –donde está enterrado hoy en día el beato Pío IX–, cuando la turba intenta arrogar al Papa al río Tíber.
Más tarde, como cardenal protodiácono participó en el cónclave y colocaría la tiara al recién elegido León XIII, quien el nombraría Vicecanciller de la Santa Iglesia Romana potenciando la caridad –especialmente la atención a los sordomudos y las personas con discapacidad–, el desarrollo científico –fue muy amigo del agustino Johann Gregor Mendel y seguidor de sus teorías genéticas hechas con guisantes–, la arqueología romana… Tras su muerte, a los 93 años, periódicos como The New York Times titularon que había fallecido el “cardenal que nunca fue ordenado sacerdote”. En Allumiere está enterrado en una cripta familiar en el Santuario de la Madonna de la Gracia al Monte y las ciudades de Eglfing y Allumiere firmaron un acuerdo de hermanamiento en el año 2000 en torno a su figura.