La colombiana Gloria Liliana Franco Echeverri, ODN, ha cursado un máster no reglado en hacer filigranas desde que es presidenta de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR). No solo se peina de arriba abajo el continente para dinamizar a una vida consagrada que está llamada a ser periferia evangélica. A ello se suman otras tantas encomiendas de Roma. Además de ser madre sinodal con voz y voto, ha sido uno de los tres latinoamericanos –junto a Carlos María Galli y Rafael Luciani– que ha conformado el equipo de redacción del Instrumentum laboris en esta segunda vuelta de la Asamblea, que busca ser algo más que una puesta a punto de la Iglesia universal.
PREGUNTA.- Una cita de Isaías abre el ‘Instrumentum laboris’: “Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros”. ¿De verdad la Iglesia ha escuchado esa llamada del Papa y “aquí caben todos, todos, todos”?
RESPUESTA.- Justo antes de esta entrevista, estaba en un webinar sobre profetismo en América y resonaron tantos nombres del pasado y de la actualidad, aparecieron tantos y significativos testimonios, que es evidente que esa Iglesia ubicada en las orillas concretas de este mundo, en los territorios más empobrecidos, está apostando la totalidad de su ser y de sus fuerzas para hacer posible una Iglesia con sitio para todos: más samaritana e inclusiva, más abierta y sinodal, más misionera y capaz de dejarse transformar por los gritos de Dios en lo profundo de la historia. Claro que existe esa Iglesia misionera y ensanchada en el arte de la misericordia, con sitio para todos.
Lógicamente, hay de todo, y seguramente muchos necesitamos continuar en ese camino de conversión que haga posible que acojamos la diversidad como posibilidad. La comunión siempre será el horizonte en el que debemos empeñarnos, porque la tentación de la polarización, del clericalismo y de los abusos de poder nos ronda. En este sentido, será importante ese cambio de mentalidad que nos posibilite un nuevo modo de relación en acogida y reciprocidad.
P.- El documento reitera una y otra vez la pregunta: “¿Cómo ser una Iglesia sinodal en misión?”. No hay recetas ni fórmulas mágicas para responder, pero dígame al menos una acción concreta que considera que sí se podría aterrizar ya.
R.- En el proceso de escucha en los territorios, han surgido muchas posibilidades concretas para recrear esa Iglesia sinodal misionera. Menciono solo algunas: la creación del ministerio de la escucha y del acompañamiento reconocido e instituido; el dinamismo que surge de una iniciación cristiana contextualizada, de la experiencia del encuentro con Jesús y de un proceso continuo de conversión de actitudes, relaciones, mentalidad y estructuras; los itinerarios formativos, no solo teóricos sino experienciales; la participación de las mujeres en la formación del clero; el discernimiento comunitario, no como técnica organizativa, sino como práctica que cualifica la vida en misión de la Iglesia; la creación o puesta en marcha de los consejos pastorales, económicos… consejos parroquiales, zonales, diocesanos, eparquiales, necesarios para la planificación, organización, y evaluación de los procesos eclesiales…
P.- Si hay algo en lo que se pone énfasis en el texto es la necesidad de rendir cuentas con evaluaciones, auditorías, órganos de control… ¿Es la manera de acabar con corruptelas y abusos de poder?
R.- Este énfasis obedece a la necesidad de una cultura y una práctica de transparencia y rendición de cuentas. Lo que se impone, según el propio documento, dada la pérdida de credibilidad por los escándalos financieros y los abusos sexuales, de poder y conciencia. Pero la rendición de cuentas también abarca los planes pastorales, los métodos de evangelización y las modalidades en que la Iglesia respeta la dignidad de las personas. En el fondo, es la transparencia como práctica en el ejercicio de autoridad.