No es postureo. Luis de la Fuente, el seleccionador que ha llevado a España a ganar su cuarta Eurocopa, es un hombre creyente. Y sin problema alguno por expresarlo públicamente. “La fe es algo personal y transferible. Soy libre y puedo elegir lo que tengo que hacer. Dios me aporta mucha seguridad y mucha fuerza”, exponía horas antes del triunfo ante Inglaterra en el Estadio Olímpico de Berlín.
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Era su respuesta a un periodista de la BBC que le interpeló de esta manera: “Los que somos ateos respetamos pero no acabamos de entender la relación de los que tienen fe con Dios. ¿Dónde queda Dios y la fe cuando hay una final y se requiere absolutamente de todo para ganar?”. La reacción inmediata del seleccionador, entre risas, fue esta: “Te entiendo perfectamente porque es que a mí me sucede igual con los ateos, exactamente igual”.
Cero supersticioso
Es más, el entrenador riojano quiso aclarar que la religión nada tiene que ver con la superstición: “Rezo todos los días. No soy nada supersticioso. No me pongo una camisa amarilla el día que gano. Si rezo hoy o mañana es porque lo llevo haciendo desde hace años”.
A sus 63 años, está casado y tiene tres hijos. Natural de la localidad riojana de Haro, es devoto de la patrona de su ciudad natal: la Virgen de la Vega. De hecho, pone una vela ante la imagen cada vez que hay un partido de fútbol. Durante esta Eurocopa ha delegado esta particular misión en un amigo, Justo Montoya: “Un día antes del partido voy a la Virgen de la Vega y le pongo unas velas. Le rezo y luego le mando el vídeo a Luis de la Fuente”.
Dios y el mal
En otras intervenciones previas, De la Fuente no ha tenido problema alguno en confesar que a lo largo de su vida “he tenido muchas dudas y he estado alejado de la religión”. “En un momento de mi vida, decidí acercarme de nuevo y apoyarme en Dios para todo lo que hago”, asegura.
De la misma manera, se enfrenta con naturalidad a cuestiones como el hecho de pensar si Dios permite el mal o la guerra: “Dios no es responsable de eso -sentencia-, somos los hombres los que somos responsables de lo que hacemos, los que tomamos las decisiones. Dios no tiene que estar custodiando a nadie. Es cuestión de mirarnos a nosotros mismos y pensar qué estamos haciendo mal para que esas cosas ocurran”.