La Eurocopa no solo se disputaba en el terreno de juego. A la par del inequívoco apoyo a la Selección Española de Fútbol, surgía, sobre todo en redes sociales, esos no tan pequeños vestigios del descarte de los que habla el papa Francisco en ‘Fratelli tutti’: aquellos en los que –refiriéndose, especialmente, a Nico Williams y Lamine Yamal– “asume formas miserables que creíamos superadas, como el racismo, que se esconde y reaparece una y otra vez” y que demuestran que, en muchas ocasiones, los migrantes “no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona”.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- PODCAST: Los goles al estilo ‘Fratelli tutti’
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Algo que, si bien está presente en la sociedad, “es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes”. Sin embargo, la Selección llegaba a la final y terminaba alzando su cuarta Eurocopa dando una lección no solo de buen fútbol, sino, también, de auténticos valores de Evangelio como los de la acogida y el compromiso con el otro. Unos valores que, además, se hacen fundamentales a la hora de plantear la acción social de la Iglesia, especialmente, en los colegios.
Jorge Sierra, delegado de Pastoral de La Salle para España y Portugal, vio la final junto a un centenar de jóvenes de 2º de la ESO, en un campamento en Sanlúcar de Barrameda. “La verdad es que la liamos mucho”, dice entre risas a ‘Vida Nueva’. “En realidad no fuimos los únicos: en toda España, en muchos de los campamentos que tenemos ahora mismo –en los que hay más de 4.000 jóvenes– se creó una ‘fan zone’, con pizza incluida, para ver el partido en directo”, explica.
‘Lamine Yamal, cada día te quiero más’
Un momento, dice, inolvidable precisamente por el ambiente que se creó: “Mientras en las redes sociales se discute sobre si uno no es español o si el otro ha hecho esto o aquello, los chavales lo único que hicieron fue corear a todos los jugadores”. Además, “justo los que tenemos aquí son todos gaditanos, muy simpáticos, y a la mínima de cambio estaban montando una fiesta. Cuando menos te lo esperabas empezaban a corear ‘Lamine Yamal, cada día te quiero más’, y así con todos. Había uno con una camiseta del Barça animando a Dani Carvajal, otro que llevaba una camiseta del Real Madrid diciendo que Álvaro Morata era la leche”.
“Me da la impresión de que muchas veces la polarización que tenemos en la sociedad, en algunos medios de comunicación, en los mismos políticos… lo que fomenta es estar siempre alerta de qué malos son estos o qué malos son los otros”, continúa Sierra. Sin embargo, “entre la chavalería, es todo muchísimo más sencillo. Simplemente buscan estar juntos, sentirse también orgullosos de formar parte de algo”. Eso no quita, reconoce, que cuando hubo una jugada un poco “más peliaguda” en el partido, los jóvenes se indignasen rápidamente.
Pero eso también es una oportunidad para educar: “Tuvimos que llamar a la calma y decir que se puede discutir una jugada todo lo que quieras, pero que de ahí al insulto y lanzarse rápidamente a palabras ofensivas, pues no, porque no es necesario”. Para el religioso es, además, “una buena oportunidad, por lo menos, de sacudirse prejuicios y de encajar con el resto de cosas que estamos trabajando”.
Mucha alegría, mucho compañerismo
Por este motivo, cuando dudaban sobre si poner el partido en los campamentos o no, finalmente decidieron hacerlo. “En primer lugar, porque si no, los chavales iban a estar más pendientes de enterarse qué estaba pasando en el partido que de cualquier actividad que estuviéramos haciendo”. Pero es que, además, “encaja con los valores que queremos transmitir con las actividades de verano que tenemos”. Sobre todo, “que estén a gusto juntos, que trabajen, que colaboren. Que se den cuenta de que si dejan un papel no hay un duende doméstico que se lo recoge, sino que aquí te lo tienes que recoger tú”.
Además, subraya que “los chavales de la Selección han transmitido mucha alegría, mucho compañerismo. También han hecho mucho las palabras del entrenador, Luis de la Fuente, a los periodistas cuando habló sobre su fe. Son unas palabras que les pusimos a los chavales en uno de los momentos de oración de la mañana, porque señala algo que es muy importante y es que la fe, aunque es personal, es también transferible. Es decir, se puede mostrar, sin obligar a nada, pero puedes enseñar que es lo que da sentido a tu vida”.
Paralelismo
Asimismo, Sierra indica que hay otro paralelismo entre los jóvenes de la Selección y los que están ahora mismo en el campamento: “Tenemos a gente sobre todo de Andalucía y Melilla, por lo que hay muchísimos chavales que son hijos de inmigrantes o que viven muy cerca de la famosa valla”. Y, sin embargo “aquí no hay ningún problema. Más bien lo contrario”. “Por supuesto tienen las típicas cosas de adolescentes, pero ya están hechos a este tipo de diversidad y no le dan ninguna importancia: si su amigo se llama Mohamed y viene de Marruecos es igual que si se llama Antonio José y es sevillano”, explica.
Pero la diversidad no surge de un día para otro. Y la integración, tampoco. Al otro lado de España, al mismo tiempo que este campamento, Bilbao se convertía en la sede del 4º encuentro anual y nacional de los senegaleses católicos de España. Desde allí habla Marije Calvo, religiosa pasionista y responsable del Área de Migraciones de la Delegación Diocesana de Anuncio y Catequesis. “Aunque hay otros grupos, en la diócesis tenemos cuatro realidades culturales muy amplias: la comunidad africana, la latinoamericana, la china y la filipina”, señala.
“Cada una de ellas se organiza con sus actividades, sus celebraciones, sus eucaristías, etc., pero también nos juntamos para temas de sensibilización, de denuncia de diferentes situaciones o para otras celebraciones, como el círculo de silencio”, apunta. Por eso, el papel de la Iglesia es fundamental “para ir logrando que las comunidades locales les acojan, a pesar de que ellos luego tengan lo propio, pero es fundamental que se sientan parte de esa comunidad acogedora que es la Iglesia diocesana: que se vayan incluyendo en la pastoral del conjunto, en los grupos, en sus barrios, en las diferentes asociaciones …”.