Desde que publicó ‘El abrazo’, la artista se ha instalado en esa emoción que gira en torno a los afectos. Se trata de un disco que apela a sus emociones, a las del oyente… a las universales. Trece temas con significados diferentes, todos girando alrededor de esos abrazos que nos damos, que nos dimos e incluso los que olvidamos dar. Tan sanadores como rompedores. Es, sin duda, su disco más vital y el que más plagado de amor está. Pero no solo de música vive Rozalén porque… ¡para principios de año la veremos en el teatro!
PREGUNTA.- Buenas tardes, María Ángeles…
RESPUESTA.- Todas en mi familia nos llamamos María Ángeles, pero te voy a contar algo que te va a gustar: ‘Vida Nueva’ era la revista preferida de mi abuela. Además, recuerdo que entrevistaste a mi padre. Pues verás, cuando mi abuela estaba malita, hablábamos mucho de la muerte y me decía que ya no valía para nada, que no tenía sentido estar postrada y no marcharse… y uno de esos días salió la última entrevista que me hiciste, en la que hablábamos sobre santidad y sobre ella. Aquella mañana se levantó con la revista en la mano y me dijo: “¿Sabes? Ya no me quiero morir, porque no me quiero perder nada de tu vida”. Me emociona recordarlo. (…)
P.- Cierra el disco con ‘Todo lo que amaste’, una canción de despedida a su padre… ¿Cabe tanto amor en un solo tema?
R.- ¡Hay mucho amor! Desde mayo estoy cantándola y ha habido días de todo: unos me he roto, otros he aguantado el tipo, pero tengo que aprender a gestionar la emoción en esa canción. Tengo que cantarla con los ojos cerrados porque lo que se genera es fuerte. Todo el mundo piensa en sus ausentes. Pero es hermoso ver que todos sentimos lo mismo. Si la canto con una sonrisa, aunque se me caigan las lágrimas, logro poder terminarla… Pero es muy difícil.
P.- En la canción, se pregunta dónde está. Él era un hombre de fe, de hecho, fue exsacerdote…
R.- Soy muy espiritual y cada vez lo soy más. Eso lo hablaba con mi abuela: que es más bonita la vida creyendo. Cada vez siento más las energías. Quiero sentirle, quería que se movieran los platos para recibir un mensaje tangible… como él era tan creyente… se llamaba Cristóbal, seguidor de Cristo. Los primeros meses le decía: “Me vas a volver a hacer creer”… y me reía. Pero te reconozco que tengo otros momentos en los que le digo: “¿Dónde te has metido?”, “¿por qué permites esto?”, como si fuera un intercesor de Cristo. Pero son cosas normales del duelo… ¿Habrá una eternidad desde la que él va y viene de vez en cuando para decirme cosas? (…)