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La herencia dilapidada de la madre Pureza: así se arruinaron las ex clarisas de Belorado





Las deudas se acumulan en el monasterio cismático de Belorado. Según las cifras que maneja el Arzobispado de Burgos, desde que el 4 de junio interviniera las finanzas del grupo liderado por la ex abadesa, Isabel de la Trinidad, las facturas impagadas se distinta índole ascienden a más de 42.000 euros, a lo que hay que unir las nóminas de los trabajadores. A esto habría que sumar los préstamos hipotecarios vinculados al convento bilbaíno de Derio y los impagos para completar la frustrada compra del monasterio vizcaíno de Orduña.



Pero, ¿cómo han llegado a verse sumidas en el pozo de los números rojos? Quienes conocen la trayectoria de las monjas excomulgadas, apuntan directamente a la responsable del grupo y de nombre civil Laura Gil de Viedma y su proceder durante doce años que ha estado liderando la comunidad. “Su obsesión porque el convento fuera una referencia en vocaciones y gestión económica le ha llevado a aventurarse en negociados demasiado arriesgados y con poco futuro”, señalan estas fuentes.

¿Brote de locura?

“¿Cuál es el problema de que una comunidad religiosa, ante la situación social y subidas de precio decida hacer una inversión en bienes de primera necesidad?”, señalaban las ex clarisas justo hace unas horas en un story de Instagram, en lo que pareciera ser una justificación sobre las decisiones vinculadas a las finanzas que habrían adoptado en este contexto. De hecho, en ese mismo mensaje lanzado a las redes sociales apuntan a que se correspondería con unos sucesos acaecidos en marzo de 2021, esto es, justo el año después de la pandemia. Con ironía, las monjas excomulgadas dejan caer que este dardo lanzado es solo el principio: “Brote de locura, capítulo 1”.

 Lo cierto es que antes de que fuera elegida abadesa por primera en 2012, las cuentas del convento estarían “más que saneadas”, exponen desde el entorno de las clarisas. Detrás estaría la mano de la madre Pureza, la abadesa predecesora a sor Isabel, a la que todos recuerdan como “una mujer austera y con los pies en la tierra, pero nada timorata a la hora de utilizar sus recursos, el convento era rentable”. De hecho, durante su mandato, aseguran fuentes eclesiales, la comunidad afrontó la compra del convento bilbaíno de Derio, que ahora quería vender sor Isabel. “Afrontaron esa operación sin riesgo alguno”, sentencian esas mismas fuentes.

Pero todo cambiaría con sor Isabel al mando. Sus hermanas de comunidad la votaron porque, a priori, aunaba liderazgo y tirón vocacional. Cuando llegó desde Lerma, en Belorado la media de edad era muy avanzada y no habían logrado relevo generacional alguno. “Quiso replicar el modelo pastoral que vio en sor Verónica Berzosa y logró que entraran algunas jóvenes que son las que ahora conforman su núcleo duro”, comentan desde Burgos. Esa renovación conventual le valió ser elegida abadesa.

Llenar el cepillo

Sin embargo, a la vista está que ese renacer no se ha traducido a largo plazo en sostenibilidad económica. Para intentar llenar el cepillo comunitario, de alguna manera y visto desde fuera, también intentó clonar el ser y hacer de Iesu Communio, la congregación fundada por Berzosa, que hoy cuenta con cerca de 200 religiosas distribuidas entre dos comunidades en La Aguilera (Burgos) y Godella (Valencia).

Una de las más populares vías de subsistencia de la vida contemplativa son los dulces. Sin embargo, en medio de una sociedad con una oferta casi ilimitada de productos, diferenciarse tiene un valor añadido. Por eso, en Iesu Communio, desde el momento de su creación, optaron por deconstruir la repostería conventual tradicional, dejaron a un lado las rosquillas, y optaron por una propuesta más creativa, como así lo reflejan sus particulares turrones, roscones, brownies…

Un I+D sin retorno

Y, como una de sus recetas estrellas, las trufas y las rocas, con cierto parecido curiosamente a las que en paralelo también comenzaron a elaborar en su horno las clarisas de Belorado. Esta apuesta de I+D en el claustro de unas y otras llevó al grupo de sor Isabel de la Trinidad a experimentar con nuevas recetas, como el ya popular bombón con mojito.

A pesar de la popularidad alcanzada por las clarisas de Belorado, que las llevó hasta Madrid Fusión en la edición de 2020, esto no se habría traducido en ventas millonarias, como se podría prever. Ni tan siquiera el esfuerzo de diferentes entidades de Iglesia de echar una mano a las ahora monjas cismáticas comprando sus productos, por ejemplo, como regalos de Navidad para sus empleados y colaboradores.

Las clarisas de Belorado, en el obrador

La pandemia también hizo mella en las cuentas de la comunidad. Hasta tal punto que la estricta clausura a la que había abocado sor Isabel a sus compañeras con una escasa relación con sus familiares, se abrió en paralelo a la ayuda que estaban prestando a las cuentas ya tocadas del convento.

Otras líneas de negocio

A esto se unen las otras ‘líneas de negocio’ frustradas, como la decisión de abrir un albergue rural o de poner en marcha un criadero de perros. Opciones erradas que conformarían el cóctel perfecto que ha llevado a un balance insostenible para la comunidad liderada por la monja cismática. Y, sobre todo, a la irrupción en sus vidas del falso obispo Pablo de Rojas y su Pía Unión San Pablo Apóstol, con el todavía misterioso benefactor de la esfera inmobiliaria que estaba dispuesto a sufragar la compra del monasterio de Orduña a cambio de ponerlo a su nombre.

Todo ello, con la maltrecha economía de fondo de no pocas abadías por la falta de ingresos por donativos y venta de sus productos, las bajas pensiones de las hermanas más mayores y el incremento de los gastos por los cuidados que precisan.

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