El vicario apostólico de Puyo habla acerca de los nuevos desafíos a los que se enfrentan los países panamazónicos
Rafael Cob, misionero burgalés, vicario apostólico de Puyo (en la Amazonía de Ecuador) y presidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), ha compartido con Manos Unidas los desafíos a los que se enfrentan los nueve países panamazónicos, las amenazas del extractivismo y la importancia del trabajo articulado que se hace desde la Red junto a otras organizaciones sociales. Cob lleva más de 30 años trabajando en la defensa de los pueblos indígenas de la Amazonía ecuatoriana.
PREGUNTA.- ¿Por qué es importante esta Red en la Amazonía?
RESPUESTA.- El trabajo en red se impone hoy más que nunca a través de las redes sociales y el mundo digital. Trabajar en red, de forma articulada, era algo necesario y urgente, cuando conformamos nueve países en los cuales hay una realidad que se repite con los pueblos indígenas. En 2015 llega la famosa encíclica del Papa, Laudato Sí’, que es el marco inspirador para el trabajo que después realizaría la Red.
Este trabajo se tenía que abordar, con los aportes y los distintos pensamientos de todos los países involucrados y también del exterior, porque hay onegés que están en esa misma línea y colaboran. La REPAM ha hecho un importante trabajo de incidencia, sobre todo en los territorios.
Lo más característico es el trabajo de escucha de los pueblos en su realidad. La red va respondiendo de acuerdo a los núcleos que se van formando y a la coordinación general que se va tomando.
P.- ¿Cuáles son estos desafíos que se repiten en estos países?
R.- Los desafíos son varios: luchar contra la vulneración de los derechos humanos en estos territorios, por el extractivismo que desde hace muchos años se está dando en la Amazonía; también la deforestación de la selva y la contaminación a nivel general de los ríos por la explotación petrolera y minera. Esas son las amenazas.
Además, Laudato Si’ nos habla de cómo hay que cuidar la naturaleza y a los pueblos que habitamos en este bioma que es la Amazonía porque es un referente mundial. Sabemos que el equilibrio planetario depende de estos biomas. De hecho, existen estadísticas científicas que confirmaron todo lo que el Papa había mandado en la Encíclica.
De cada cinco vasos de agua dulce, uno es producido en la Amazonía. O de cada cinco respiraciones de oxígeno, una correspondería a la Panamazonía.
P.- ¿Qué papel ha jugado el Sínodo de la Amazonía?
R.- La Amazonía necesita un cuidado especial, por eso el Papa, no solo a nivel ecológico sino a nivel de evangelización, convocó al Sínodo amazónico en 2019, que ha podido consolidar y fortalecer todo el trabajo posterior porque encomienda a la REPAM “escuchar” la realidad.
En esta escucha la Red hizo un trabajo inmenso con más de 86 mil participantes. Ningún Sínodo ha tenido nunca tanta participación. De allí nace un plan pastoral, surgen conclusiones que estamos queriendo llevar a cabo poco a poco. Y es que hoy estamos viviendo la sinodalidad. Las voces que hubieron en ese Sínodo nos dan a entender cómo la Iglesia se abre a una nueva evangelización, a una nueva forma de actuar, de escuchar al pueblo, a las comunidades, que son las primeras que sufren las consecuencias de estas amenazas, como el cambio climático.
P.- Desde REPAM, ¿cómo están dando respuesta a esta problemática?
R.- En todos los países panamazónicos existe la misma problemática. Esta misma semana en Brasil, hubo una acción exterminadora de pueblos indígenas, lo que es gravísimo. En este sentido, el núcleo de Derechos Humanos es el núcleo principal de la REPAM. La ecología integral (la semilla de Laudato Si’) debe darse para no separar la realidad social de las personas. Lo socioambiental tiene que tener un tratamiento global para que puedan darse soluciones eficaces, de lo contrario se quedarán en parches. El núcleo de formación e incidencia también es muy importante para concienciar a la gente.
Laudato Deum es una exhortación apostólica que afirma que es urgente tomar cartas en el asunto. Hay que ver cuál es la vinculación de las naciones y los gobiernos con su parte de responsabilidad en los acuerdos de las conferencias como la COP. La COP 30, por ejemplo, va a ser en Brasil, en territorio amazónico. Eso muy importante para nosotros y para el mundo entero.
P.- ¿Cuál es la importancia de la presencia de Manos Unidas en la Red?
R.- Manos Unidas participa en los núcleos de Derechos Humanos e Incidencia Internacional y también en el de Justicia Socioambiental y Buen Vivir. Quisiéramos agradecer a las instituciones como esta ya que sin su ayuda sería imposible llevar el trabajo del núcleo de Derechos Humanos con las escuelas especializadas en esa temática.
En noviembre se pondrá en marcha un nuevo proyecto con la ONG en la región panamazónica. La promoción de los derechos colectivos en estos territorios es uno de los temas prioritarios de esta cuarta Escuela de Derechos Humanos, ya que son fundamentales para la defensa integral de las comunidades indígenas y el mundo en general.
También es importante la labor de incidencia y formación y tomar conciencia. Manos Unidas siempre ha sido la mano solidaria para los proyectos.
P.- En estos diez años, ¿cuál sido la evolución de la red y cuáles serían los hitos que se han conseguido durante todo este tiempo?
R.- Vivir el kairós, el tiempo de Dios, el tiempo del Espíritu. El Espíritu ha soplado fuerte en la Iglesia a través también de la Red. Por otra parte, es importante la perseverancia en el trabajo por la defensa de la justicia e igualmente la práctica de la caridad. La Iglesia ha llevado a cabo un proceso de discernimiento basado en escuchar los problemas de la región y sumergirse en la realidad de las comunidades locales.
Estamos trabajando en esta línea de la sinodalidad y todo este trabajo no puede llevarse a cabo sin una espiritualidad. No somos turistas que solamente vamos fotografiando lo que contemplamos, sino que nos cuestionamos ante lo que contemplamos. Esto nos lleva a un compromiso ante la realidad sufriente de nuestros pueblos. No podemos quedarnos sordos ante los gritos de nuestra tierra. Ni ciegos ante la realidad que se nos viene.