Ante la guerra que el crimen organizado sostiene por el territorio chiapaneco, el prelado de Tapachula hizo un potente llamado a su comunidad, a sus sacerdotes y a las autoridades civiles
En el estado mexicano de Chiapas, ubicado al sureste del país, se vive una guerra entre tres cárteles que se disputan el territorio, por ser clave en el trasiego de drogas. En los últimos años, la violencia generada por el control de la zona ha provocado la muerte de personas inocentes y el desplazamiento de familias completas hacia otras localidades o estados.
En últimas fechas los habitantes de la llamada Foranía Sierra, además de ser amedrentados y amenazados, han sido obligados a participar como escudos humanos en los enfrentamientos de los cárteles de la droga, así lo denunció Jaime Calderón Calderón, obispo emérito de Tapachula (Chiapas) y arzobispo electo de León, quien describió la desesperante y complicada situación que viven esas comunidades.
A través de una carta dirigida a su grey, pero también a las autoridades civiles, Calderón señaló que en muchas localidades los habitantes son secuestrados en su propia casa, obligándolos a hacer lo que no deben: “la gente de los cárteles dispone a su antojo de la población, mientras la Guardia Nacional y el Ejército mexicano no hacen nada por la población a la que ven sufrir día a día”.
“¿Hacia dónde van nuestras comunidades con todo esto? ¿Qué tenemos que hacer o decir para que el gobierno cumpla su deber, al menos, de proteger y velar por la seguridad de las comunidades?”, cuestionó el recién nombrado Arzobispo de León.
En la misiva, firmada también por el Consejo presbiteral, el obispo confió en Dios para que llegue el día en que el pueblo logre salir de estas dificultades que está sorteando “a precio de sufrimiento, temor, sangre y muerte, especialmente en las comunidades de las parroquias de la Foranía Sierra”.
Lamentó que, además de la pobreza ancestral que han padecido las comunidades indígenas de Chiapas, ahora tengan que sufrir secuestros, pago derecho de piso, ser obligados a participar en retenes organizados por los mismos criminales y pagar a precios muy altos la mercancía que se vende en los negocios para que los comerciantes puedan pagar su respectiva cuota y se les permita seguir trabajando.
El arzobispo destacó el papel de los agentes de pastoral por llevar el evangelio de Jesucristo, “con rostro de cercanía, solidaridad, fortaleza y esperanza”, a pesar de la situación de inseguridad que se vive en la zona”.
“Reconocemos y admiramos el testimonio de nuestros sacerdotes y de muchos fieles del pueblo de Dios que han sido una luz de esperanza para estos hermanos nuestros en este trecho histórico de sufrimiento, dolor e impotencia que les ha tocado vivir”.
A ellos y a su grey, recordó que Dios nunca ha permanecido indiferente ante el sufrimiento de su pueblo: “La presencia de Dios sostiene, alienta y alimenta la esperanza de quienes esperan tiempos nuevos, tiempos de tranquilidad, tiempos de alegría, tiempos de paz (…) Dios no nos abandonará, Dios nuestro Padre se apiadará de nosotros, la violencia de los cárteles de la droga no nos va a vencer, la indiferencia de las autoridades no va a hacer que nos rindamos“.
Al pueblo de Dios que peregrina en Tapachula, el arzobispo le pidió buscar la forma de contar lo que se vive en Chiapas, pues al crimen organizado -dijo- le interesa que esto no se sepa.
“Muchos tenemos familiares y conocidos más allá de nuestra comunidad y de nuestro estado de Chiapas, no nos quedemos callados, pidamos que nos ayuden a dar a conocer la historia triste y dolorosa de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestras comunidades”.
El llamado también fue para los sacerdotes de las comunidades afectadas: “Que el odio y el rencor no lleguen a sus corazones. No les falte ánimo y fortaleza para estar cerca del que sufre. Todos nosotros, los que formamos esta familia diocesana de Tapachula, los alentamos y nos comprometemos a estar al tanto de ustedes“.
Finalmente, a las autoridades de gobierno, les reprochó: “seguimos esperando que intervengan para hacer lo que les corresponde: restablecer el estado de derecho en nuestras comunidades. ¿Qué necesitan para salir de su indiferencia y defender al pueblo que les tuvo confianza con su voto para que ustedes cuidarán de él? ¿Hasta cuándo van a vivir tratando de esconder una realidad triste y dolorosa que nosotros vamos cargando día a día? Les pedimos, les rogamos, les suplicamos, cumplan su deber y protejan a nuestro pueblo”.
El mensaje del obispo Calderón coincide con lo trascendido en medios de comunicación respecto a que debido a la violencia en la entidad, alrededor de 600 habitantes de los municipios de Amatenango de la Frontera y de Mazapa de Madero, Chiapas, huyeron para refugiarse esta vez en los municipios de Cuilco y Chiantla, del departamento de Huehuetenango, en Guatemala.