Cuando hace ya 54 años llegó a Vigo, Cándida Rico de la Calle no imaginaba todo lo que el futuro le depararía en la ciudad olívica, ni podía intuir todas las propuestas que sacaría adelante con las alumnas del Colegio María Inmaculada y más allá de sus muros. Una castellana que no ha perdido su carácter y a quien su formación musical le unió a una misión concreta dentro de los colegios de las Hermanas Carmelitas de la Caridad Vedruna. Y es que su vocación es la forma de vivir la fecundidad y la maternidad en una religiosa como Cándida.



“He sido muy querida por mucha gente”, constata la hermana mientras camina por el paseo Alfonso de Vigo y lo mismo se le acerca una antigua alumna que regenta una tienda de medias, que otra que trabaja en el Banco Mundial y quiere que la monja salude por el teléfono a su abuela. Poco más allá, los componentes del coro de las familias del colegio la esperan para ensayar las últimas puestas en escena: tres conciertos en una residencia de mayores donde están también algunas de las alumnas que Cándida ha tenido. A veces, estas ‘nietas espirituales’ no dejan de sorprender a la ‘abuela’ de todas.

Rico de la Calle no dice su edad, pero no oculta que “los de 1934 tenemos algo especial”. Nacida en Valladolid, hija de un salchichero de profesión, pasó mucho tiempo de infancia en Candelario, el pueblo salmantino de donde procede su familia y al que volvería en multitud de ocasiones para celebrar el carnaval o pasar parte del verano de campamento con muchas de sus alumnas con las que participaba en los Festivales y Encuentros de la Canción Misionera y en los veranos de Cristianos Sin Fronteras en Silos, a las que les ofrecía “una propuesta concreta para vivir el cristianismo en la sociedad actual”.

Son miles de jóvenes las que han ido animadas por la religiosa a estas experiencias que ha puesto en marcha durante estos años en Vigo, a donde llegó en 1970. Todavía hoy, para muchas de sus antiguas alumnas, su infancia es simplemente eso: los festivales misioneros, con unas canciones de una altísima calidad, y los campamentos, que empezaban en las tiendas de campaña en Burgos y acababan en la casa familiar de Cándida.

Siempre la música

Su recorrido previo en la vida religiosa –profesó con 20 años y ya contaba con la carrera de piano– se resume rápidamente, ya que, tras la formación, fue destinada a Santander; siete años más tarde, iría a Cáceres, donde permanecería solo tres años, siempre vinculada a los colegios y a la clase de música.

“Surgen tantas ideas y proyectos porque me ha movido siempre la creatividad, creo que es por mi interés y por haber estudiado música y no haber sido una monja matemática”, reflexiona. Al rememorar la historia de su vocación, recuerda cómo “iba sintiendo la llamada a través de la música, de la belleza de la naturaleza y de mi familia. Yo ya tenía una tía monja y luego entró una hermana mía, la más pequeña. Yo soy la quinta”.

Pero es la música lo que ha acercado a Cándida a tantas generaciones de chicas, relación que ahora se ha ampliado a sus familias y abuelos. Un cojín con el dibujo de un pentagrama en el que se apoya un rato cada día es solo el recuerdo de ese empeño que se ha traducido con el tiempo en la dirección del Coro Lembranzas Galegas, la rondalla creada en el colegio, la puesta en marcha de zarzuelas enteras, el coro de padres del colegio… En todas partes ha querido transmitir “el espíritu cristiano desde la sencillez y la entrega”.

Lo sigue haciendo en el colegio, ahora que la gestión ha pasado ya a una fundación. Además de formar parte del equipo de pastoral del centro, vive con intensidad su tarea cotidiana de “querer a los niños” y decirles una palabra de ánimo cuando se encuentra con alguno por el pasillo y ha tenido algún problema o encontronazo con cualquier profesor. “Las hermanas son el alma del colegio”, suspira desde el mayor conocimiento. Y es que la influencia de la religiosa va más allá de preparar las fiestas de la Inmaculada o la representación del vía crucis en Semana Santa, su ser la ‘abuela’ se traduce en transmitir el “continuo agradecimiento que siente hacia el Dios de la vida”.

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