El Pontífice ha reflexionado hoy sobre el milagro de los panes y los peces haciendo alusión, de forma casual, al relato del evangelio que está en boca de todos tras la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos
“Hoy, el Evangelio nos habla del milagro de los panes y los peces (cfr. Jn 6,1-15). Un milagro, es decir, un ‘signo’, en cuyos protagonistas realizan tres gestos que Jesús repetirá en la Última Cena: ofrecer, dar gracias y compartir. Son acciones que también realizamos en la celebración de la Eucaristía”. Así se ha expresado hoy el papa Francisco antes de rezar el ángelus desde el balcón de San Pedro.
Un domingo más, miles de fieles se han congregado en la plaza para rezar junto al Pontífice, que hoy ha reflexionado sobre estos tres gestos haciendo alusión, de forma casual, a la Última Cena. Lo hace en el fin de semana en que todos hablan de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, en la que unas ‘drags’ “hicieron una burla del cristianismo”, como condenaron los obispos franceses.
“El Evangelio habla de un muchacho que tiene cinco panes y dos peces (cfr. Jn 6,9). Es el gesto con el que reconocemos que tenemos algo bueno que dar, y decimos nuestro ‘sí’ incluso si lo que tenemos es demasiado poco con respecto a lo que se necesita”, ha explicado Jorge Mario Bergoglio.
Y ha continuado: “En la Misa, esto se subraya cuando el sacerdote ofrece sobre el altar el pan y el vino, y cada uno se ofrece a sí mismo, su propia vida. Es un gesto que puede parecer poca cosa si pensamos en las inmensas necesidades de la humanidad, al igual que los cinco panes y los dos peces ante una multitud de miles de personas; pero Dios hace de él la materia para el milagro más grande que existe: aquel en el que Él mismo se hace presente entre nosotros, para la salvación del mundo”.
“Esto es, decir al Señor con humildad, pero también con alegría: ‘Todo lo que tengo es don tuyo, y para agradecértelo solamente puedo devolverte lo que Tú me has dado primero, junto con tu Hijo Jesús, añadiendo lo que puedo: mi pobre amor’. Es el momento de la bendición, en el que alabamos a Dios por su bondad mientras Él santifica, consagra y multiplica ‘las dos moneditas’ de nuestros frágiles esfuerzos (cfr. Lc 21,1-4)”, ha señalado.
“En la Misa es la Comunión, cuando juntos nos acercamos al altar para recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo: fruto del don de todos transformado por el Señor en alimento para todos. Es un momento muy hermoso que nos enseña a vivir cada gesto de amor como un don de la gracia, tanto para quien da como para quien recibe: una ocasión para crecer juntos como hermanos, cada vez más unidos en la caridad”, ha explicado.
Tras reflexionar sobre los tres gestos, el Papa ha lanzado tres preguntas al aire: ¿Creo verdaderamente, por gracia de Dios, que tengo algo único que donar a los hermanos, o me siento anónimo, ‘uno entre muchos’? ¿Agradezco al Señor los dones con los que continuamente me manifiesta su amor? ¿Vivo el compartir con los demás como un momento de encuentro y enriquecimiento recíproco?”.
Francisco ha concluido la oración deseando que “la Virgen María nos ayude a vivir con fe cada Celebración eucarística, y a reconocer y gustar todos los días los ‘milagros’ de la gracia de Dios”.
Al término de la oración mariana, el Pontífice ha lamentado que “mientras tantos sufren en el mundo por las guerras, se siguen vendiendo armas”. “Esto contradice el espíritu olímpico”, ha señalado sobre los Juegos recientemente inaugurados.
Haciendo referencia a la IV Jornada Mundial de los Abuelos, instituida por él mismo en 2021 y que este año se celebra bajo el lema ‘En la vejez no me abandones’ (Sal 71,9), Francisco ha denunciado “que el abandono de los ancianos es una triste realidad a la que no debemos acostumbrarnos”. Asimismo, ha pedido un aplauso para todos los abuelos y ha pedido a sus nietos estar siempre juntos.