Una semana ha pasado desde que, el domingo 21 de julio, el sacerdote español Antonio Cabrera atropellase con su furgoneta a un niño de cinco años en la localidad de Limpio (Paraguay). Desde entonces, la madre asegura que el cura no se ha puesto en contacto con su familia para interesarse por la recuperación del pequeño.
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Lo que sí ha hecho el Arzobispado de Asunción es publicar un comunicado en el que reconoce lo sucedido, aclarando que, contrariamente a lo que se ha dicho hasta el momento, el sacerdote, “al percatarse de lo sucedido, inmediatamente se dispuso a prestar los primeros auxilios al menor, pero en atención a lo sucedido, la víctima del percance fue asistido inmediatamente por terceras personas que observaron lo ocurrido”.
El sacerdote “acompañó” al niño
Asimismo, el Arzobispado subraya que “luego acompañó al niño al hospital”, donde “recibió asistencia médica por las lesiones sufridas”. Del mismo modo, cuando el equipo médico que atendió al menor decidió trasladarlo a otro hospital, el Arzobispado asegura que el sacerdote “acompañó” al niño y su familia.
Más tarde, y después de que los médicos dieran el alta al niño, “el sacerdote lo bendijo antes de retirarse, manifestando toda su predisposición para lo que fuera necesario”, al revés de lo que defiende la madre.
Por último, el párroco “se personó en la Comisaría de la ciudad de Limpio para la denuncia pertinente”, donde se dispuso para un test de alcoholemia que dio un resultado negativo. “Desde el momento del lamentable percance”, concluye la archidiócesis, el párroco “fue el más interesado por la salud del menor, poniéndose a disposición tanto de familiares como de las autoridades”.