El papa Francisco rezó el ángelus con los fieles presentes en la Plaza de San Pedro en el Vaticano este primer domingo de agosto. Una ocasión en la que el pontífice recordó la beatificación en el Líbano del patriarca Estephan Douaihy de la Iglesia maronita el pasado 2 de agosto y mostró su cercanía a los sufrimientos de los libaneses pidiendo justicia, entre otras cosas, para las víctimas del atentado en el puerto de Beirut.
Además, mostró su preocupación por la situación en Oriente Medio “el conflicto, terriblemente sangriento y violento, no se extienda todavía más” y rezó por las víctimas más indefensas como la comunidad drusa y las poblaciones de la zona o de Myanmar. Reclamó “diálogo para que cese inmediatamente el fuego en Gaza” y se “socorra a la población con la ayuda humanitaria” ya que los ataques no traen paz y justicia sino solo odio y venganza, “¡Basta!” gritó ante el “fracaso” de la guerra. Ante la “crítica” situación de Venezuela el pontífice hizo un llamamiento a “buscar la verdad” y “evitar todo tipo de violencia” para “ver el verdadero corazón de la población y no los intereses particulares”. Pensando en las poblaciones indias que han sufrido las lluvias torrenciales en Kerala pidió por las víctimas y fallecidos. Con motivo del santo Cura de Ars también agradeció la labor de los párrocos.
Comentando el evangelio del día, el inicio del discurso del pan de vida (cf. Jn 6,24-35) tras el signo de la multiplicación de los panes y los peces, Francisco resumió el hecho de forma directa: “La señal era clara: si alguien da a los demás lo que tiene, con la ayuda deDios, incluso con poco, todos puede tener algo –no lo olvidemos–”, insistió. Ante quienes vieron en el signo un truco de magia el Papa recalcó que “fueron protagonistas de una experiencia fundamental para su camino, pero no captaron su importancia: su atención se concentró solo sobre los panes y sobre los peces, sobre la comida material, que se terminó enseguida, dejándoles todavía con hambre”. Para Bergoglio, “no se dieron cuenta de que aquello era solo un instrumento, a través del cual, el Padre, mientras saciaba su hambre, les revelaba algo mucho más importante: el camino de la vida que dura para siempre y el sabor del pan que sacia sin límites”.
“El verdadero pan, en definitiva, era y es Jesús, su Hijo amado hecho hombre, que vino para compartir nuestra pobreza para guiarnos,a través de ella, a la alegría de la comunión plena con Dios y con los hermanos, en la entrega”, reclamó el pontífice. Y es que, prosiguió, “las cosas materiales no llenan la vida: solo el amor lo puede hacer. Y para que eso suceda el camino a tomar es el de la caridad que no se guarda nada para sí, sino que lo comparte todo”. En ese sentido, el Papa invitó a pensar “en esos padres que luchan toda la vida para educar bien a sus hijos y dejarles algo para el futuro. ¡Qué hermoso cuando este mensaje se entiende y los hijos se muestran agradecidos y a su vez se vuelven solidarios entre ellos como hermanos! Y qué triste, en cambio, cuando pelean por la herencia –he visto tantos casos– y tal vez no se hablan durante años por el dinero. El mensaje del padre y de la madre, su legado más valioso no es el dinero sino elamor con el que entregan a los hijos todo lo que tienen, precisamente como hace Dios con nosotros, y así nos enseñan a amar”. Algo que el pontífice invitó a reflexionar sobre la dependencia de las cosas materiales o si son simplemente “instrumentos para dar y recibir amor”.