Entrevistas

Idília Maria Carneiro: “La misericordia sana y genera comunión”





La portuguesa Idília Maria Carneiro es, desde el 21 de mayo, la superiora general de las Hermanas Hospitalarias. Su nombramiento, enmarcado en el 22º Capítulo General, tiene una curiosidad: sustituye a su hermana… de sangre. Y es que Anabela Carneiro ha sido desde 2012 la máxima responsable de la congregación fundada por san Benito Menni, María Josefa Recio y María Angustias Giménez. La hasta ahora vicaria de la provincia de Portugal, de 58 años, estará al frente del instituto hasta 2030. La nueva general ingresó en la congregación en 1984 y luego se licenció en Trabajo Social por el Instituto Superior de Ciencias Sociales y Políticas de Lisboa (1988-1993). Además, cuenta con un máster en Espiritualidad y Ética en la Salud (1997-2000) y un posgrado en Gestión de Recursos Humanos (2004). Su experiencia hospitalaria se ha desarrollado en el ámbito de la gestión y el acompañamiento de la misión hospitalaria, y en la animación de la provincia y las comunidades de Portugal.



PREGUNTA.- Recoge el testigo de su hermana de sangre en el gobierno general. ¿Cómo lo acoge?

RESPUESTA.- Desde la gratitud y alegría de compartir, no solo una familia de sangre en la que aprendimos de nuestros padres y vivimos con ellos la hospitalidad desde la cuna; sino que nosotras formamos parte también de otra gran familia en Cristo que es la congregación, sabiéndonos mujeres libres, apasionadas por la vida, unidas por el amor, la oración y el servicio; que quieren llevar el mensaje evangelizador de Jesús como Buen Samaritano.

Podemos decir que hoy somos cerca de 800 hermanas, con las que damos gracias a Dios por 143 años de historia de vida, tejido de tantos rostros que nos han precedido apostando por hacer del mundo una Casa común, un lugar de encuentro y acogida, que mira desde el presente hacia un futuro con horizonte de hospitalidad.

Servicio hospitalario

P.- Tras estos 143 años desde su fundación, ¿a qué desafíos debe atender ahora como superiora general?

R.- El primer desafío es acoger el amor y la fidelidad de Dios, que mira con ternura a la congregación para, con Él, ser co-creadores de hospitalidad, desde Su mirada misericordiosa. Esta misericordia sana y genera comunión, nos abre horizontes de amor ilimitado y universal, es expresión de la Iglesia samaritana de Jesús, y nos compromete a vivir y proclamar su fuerza evangelizadora. Así se resumen los grandes dinamismos de la hospitalidad para el sexenio que ahora iniciamos. Consciente de que solo soy y solo somos simples instrumentos para su acción, como cuerpo congregacional queremos fortalecer la fidelidad carismática y el sentido de misión de la congregación encarnando desde nuestro carisma la dimensión samaritana de la Iglesia en el mundo, testimoniando la esperanza y la cercanía de Dios a la humanidad que sufre.

En segundo lugar, se me presenta el desafío de impulsar y acompañar la misión de nuestra familia hospitalaria en los 25 países donde nos encontramos. Cada lugar y cada persona que se acerca a nuestros centros presenta realidades y necesidades particulares, pide humanidad, cercanía, calidad profesional y corazón compasivo. La escucha al Espíritu Santo, de las hermanas, de colaboradores y demás personas que comparten este servicio, y de la propia realidad del mundo, nos irá mostrando cada paso para animar a la institución en el servicio hospitalario.

P.- ¿Cómo practicar la hospitalidad en un mundo que hoy entiende más de guerra y enfrentamientos que de paz y fraternidad?

R.- La hospitalidad es la capacidad de descubrir en el otro un hermano y no un enemigo, alguien que “merece respeto”, alguien ante el que no puedo pasar indiferente. Es una invitación vital a mirar el mundo con los ojos del Buen Samaritano, a poner en el centro a la persona, sobre todo cuando esta es más frágil y vulnerable. Por eso no podemos pasar de largo frente a aquellos que sufren enfermedades mentales y discapacidad intelectual.

Ser hospitalario es una elección que nace desde lo más profundo del corazón y que llama a ofrecer espacio, tiempo, humanidad, recursos, atención y cuidado a los más vulnerables. Es ansiar la paz y la fraternidad, no “descartando” a nadie, sino acogiendo a todos.

Como Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús ofrecemos espacios sanadores y hogares en donde la persona se sienta respetada y reconocida en su dignidad y proyecto de vida. Nuestra acción terapéutica y rehabilitadora en los diferentes dispositivos asistenciales que tenemos presenta rasgos carismáticos y de modelos hospitalarios fundamentales: la atención especializada e integral tanto para las personas con trastornos mentales como para sus familias; el servicio sociosanitario e integral a personas mayores; la neuro-rehabilitación de pacientes con daño cerebral, tanto en su dimensión física como psíquica, social y familiar; los cuidados paliativos para pacientes en fase avanzada-terminal de la enfermedad; la promoción y la gestión de centros educativos especializados, entre otras actividades hospitalarias.

Esta actividad que realizamos en la misión hospitalaria es nuestra “gota de agua” para la construcción de un mundo más justo, más fraterno, menos inhóspito, donde todos tenemos un lugar y donde nadie se queda al borde del camino

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