Eduardo Agosta: “Creo que el Tiempo de la Creación llegará a ser un tiempo litúrgico”

  • El carmelita argentino es el nuevo director del Departamento de Ecología Integral de la CEE
  • “Cuidar la Casa común forma parte de mi misión como carmelita y hombre de ciencia”

Eduardo Agosta

El carmelita argentino Eduardo Agosta, asesor principal del Movimiento Laudato si’, integrado en el Dicasterio para el Desarrollo Humano e Integral, es desde hace años el gran referente de las comunidades católicas que en España están comprometidas con la defensa del medio ambiente. De hecho, como en las anteriores cumbres climáticas de la ONU, estuvo presente, en diciembre, en la última COP28 de Dubái como miembro de la Delegación de la Santa Sede, que se desgastó para defender la necesidad de un consenso para ratificar un Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles.



Por todo ello, la Conferencia Episcopal Española (CEE), en la última Permanente de julio, decidió su nombramiento como director de su Departamento de Ecología Integral. Un reto que, como detalla a Vida Nueva en esta entrevista, asume en su doble condición de hombre de fe y de ciencia.

Compromiso integral

PREGUNTA.- ¿Entiende que, con su nombramiento, la Iglesia española busca visibilizar una apuesta especial por comprometerse con los cinco sentidos en la defensa de la justicia ecológica?

RESPUESTA.- Vivo todo esto como una gran oportunidad para la Iglesia española, para la que Conferencia Episcopal y las distintas diócesis trabajen por la Casa común. Lo que incluye la sinergia existente entre los componentes social y ambiental. Este Departamento de Ecología Integral es una respuesta de los obispos a la encíclica Laudato si’, de Francisco, y a la creación del dicasterio homónimo en la Curia vaticana.

El objetivo es atender esta nueva dimensión de la expresión práctica de nuestra fe que es cuidar de la Casa común y de los pobres. Es una mirada espiritual que nos enseñó san Francisco de Asís y que se posa en la hermana y madre Tierra. Eso se tiene que traducir en nuestros planes de acción social y socio-ambiental.
A nivel personal, como fraile carmelita que tiene la oportunidad de estar aquí, quiero poner mi granito de arena para este reto que afronta la Iglesia en España, ofreciendo mis conocimientos al respecto.

P.- ¿Qué respuestas concretas pretende dar a este importe reto?

R.- Los obispos han querido plasmar el compromiso ecológico de todas las parroquias y comunidades de España. Es una conversión personal, pero también comunitaria, hacia estilos de vida nuevos y que tengan que ver con un cambio en nuestros patrones de consumo, producción y desarrollo. La Tierra es finita y requiere esos estilos de vida sostenibles. Es cierto que esta también es resiliente y, con la tecnología, podremos hacer un mayor uso de sus bienes, pero, aunque queramos, estos no son infinitos.

El planeta tiene sus límites y la moral de la Iglesia siempre ha enseñado que no todo lo que quiero hacer lo puedo hacer, y no todo lo que puedo hacer está bien hacerlo. Hay un límite intrínseco a nuestra libertad y deseos. Por eso, la conversión ecológica es el primer paso que debemos dar.

Nuestras catequesis y homilías han de ir en ese sentido, sobre todo en algunos momentos ‘fuertes’ del año, como el llamado Tiempo de la Creación, que desde el Vaticano se nos propone del 1 de septiembre al 4 de octubre. En un momento no muy lejano, estoy seguro de que será un tiempo litúrgico. Así como en Cuaresma acentuamos el componente penitencial, el ayuno o la limosna, el Tiempo de la Creación puede ser un momento especial para profundizar en la conversión ecológica.

 

Imagen de archivo de una central nuclear en Francia/CNS

La Palabra es un gran exponente, teniendo como referente las enseñanzas y el estilo de vida de Jesucristo. Muchos pasajes del Evangelio nos muestran a un Jesús que apreció todo lo bueno, lo bello y lo verdadero que hay en cada criatura.

Igualmente, hay que coordinar en este sentido a las distintas instituciones eclesiales en España, desde institutos a ONG, que cuentan con programas y gestos de compromiso con la ecología integral. Pienso en Manos Unidas, CONFER, Justicia y Paz, Escuelas Católicas, REDES y su campaña ‘Enlázate por la Justicia’… Tenemos que coordinarnos mejor y tener planes de trabajo conjunto a lo largo del año.

Otra clave, como he conversado con varios obispos, es que ellos se comprometieran a publicar mensajes en otro momento ‘fuerte’ como la Semana Laudato si’. Muchos prelados y diócesis están comprometidos en este tema y hay que apoyarlos con aportes teológicos y científicos. Junto a ellos ya hay equipos conformados por gente muy preparada y el siguiente paso es que esto se vea reflejado en materiales catequéticos. Lo importante es unir y trabajar en red, con espíritu sinodal. No hay ningún ‘salvador’, sino que estamos ante retos colectivos y no individuales.

La senda del profeta Elías

P.- ¿Qué supone para usted, a nivel personal y vocacional, la nueva tarea encomendada?

R.- Los carmelitas tenemos al profeta Elías como nuestro padre espiritual. Nos inspira la dimensión profética, que tiene que ver con la denuncia de las idolatrías y del pecado, apartándonos de Dios, así como con la defensa de la justicia y la paz.

Los carmelitas tratamos de vivir eso, además de esa visión contemplativa de Elías en el Monte Horeb, cuando se encuentra con Dios en ese silencio mudo y sutil, ante la brisa suave del mar. Ahí se encuentra cara a cara con el Dios verdadero, lo que le permite esa conversión profunda, pasando de ser un hombre que buscaba al Señor por su propio pensamiento a uno que se guiaba por su Espíritu haciendo el bien.

Eso me inspira mucho y por eso llevo 25 años trabajando como científico especializado en ciencias climáticas; condición que he compaginado con la de fraile. Por esta, he acompañado a muchas comunidades en mi Latinoamérica natal y luego en la Curia romana. Cuidar la Casa común forma parte de mi misión como carmelita y hombre de ciencia. Eso pasa por cuidar el clima y los océanos como bien común, así como por garantizar la dignidad de los seres humanos en toda la Tierra, pues no hay ningún pueblo que no merezca este respeto.

Este último servicio en la CEE es una oportunidad que me regala Dios. Trataré de poner todo mi conocimiento, mi experiencia, mi fe, mi oración en este servicio a mis hermanos, por lo que les pido que recen por mí.

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