Cono Sur

Nelly León: “Tuvimos que reconstruir la vida pastoral de la diócesis de San Felipe”

  • La religiosa chilena asumió hace cuatro años la Vicaría de Pastoral
  • Ahora han puesto en marcha su proyecto pastoral diocesano, pese a fuertes actitudes clericales que lo obstaculizan





Nació, hace 65 años, en una pequeña localidad rural cercana a Santiago, se tituló de profesora de religión, y en 1983 ingresó a la Congregación del Buen Pastor, en Chile. Allí se consagró al servicio de las mujeres reclusas en cárceles, su amor más profundo. Sin embargo, sus primeros años de religiosa los dedicó a hogares de menores. En 1999 fue destinada a la cárcel de Valparaíso, donde trabajó con el actual obispo de San Felipe, Gonzalo Bravo, durante varios años.



Desde 2005 es la capellana del Centro Penitenciario Femenino de Santiago. Cargo que no transa. Hace 4 años lo comparte con su designación en la Vicaría de Pastoral de la diócesis de San Felipe, a 90 kilómetros al norte de Santiago. Creó la Fundación “Mujer, levántate” para acoger a mujeres que salen de la cárcel y apoyarlas en su reinserción. Durante la pandemia vivió 18 meses encerrada en la cárcel compartiendo con las mujeres reclusas. En febrero pasado, en los Emiratos Árabes, recibió el premio Zayed 2004 a la Fraternidad Humana.

Nelly León Correa compartió con Vida Nueva su experiencia en la vicaría de pastoral de la diócesis de San Felipe.

Aire fresco

PREGUNTA.- Al menos en Chile, esta designación diocesana suya es muy excepcional, ¿cómo la recibió?

RESPUESTA.- Lo tomé con muy poca visión de lo que era, como si fuera la pastoral de una parroquia. Muy sencillamente. Nunca pensé lo difícil que se pondría en el camino. Soy amiga del obispo Gonzalo Bravo de cuando él era párroco en el Buen Pastor en Valparaíso. Trabajamos casi 6 años juntos, nos conocemos muy bien. Cuando me lo pidió, lo conversé en mi congregación donde me apoyaron, si me sentía capaz, pero me recomendaron que fuera por un tiempo acotado. Unos 3 años. Ya estoy en el cuarto.

 Mi valoración a la Vicaría ha ido creciendo y sobre todo porque ha sido complejo, especialmente con los hermanos sacerdotes. No así, con laicos y laicas, el pueblo de Dios que peregrina en los valles de Aconcagua y Petorca, es sencillo, muy tradicionalista, muy acogedor. No ven tanta diferencia entre una religiosa y un sacerdote. Quizá yo le traje aire más fresco a la pastoral.

P.- ¿Cómo han sido estos años?

R.- Asumí en una época difícil de la vida y de la historia diocesana. Una diócesis tremendamente golpeada por los abusos, tal vez una de las más complejas en Chile en este tema. Varios sacerdotes dejaron el ministerio, el Papa acepta la renuncia al obispo, el administrador apostólico que lo sucede deja el cargo y deja el sacerdocio para casarse. Es una historia muy dolorosa, que deja muy poca credibilidad para la iglesia.

Sin horizonte pastoral

Además, asumí en pleno COVID, lo que significó que las reuniones eran telemáticas, no nos encontrábamos. No tuvimos contacto directo con las comunidades. Dos años nebulosos, con pocos encuentros. Una diócesis que no tenía horizonte pastoral porque sus orientaciones pastorales que se había elaborado no fueron implementadas por la crisis de los abusos.

Encontré una vicaría frágil y fragilizada. No estaba el personal anterior, casi no había documentos ni archivos, no había historia. Tuvimos que reconstruir su vida pastoral, para lo cual la Asamblea Eclesial Latinoamericana nos ayudó mucho porque nos permitió articular un trabajo con más proyección. La siguió nuestra participación en la Asamblea Eclesial Nacional para la cual pudimos elaborar un plan y sacar nuestras 7 falencias de la diócesis como diagnóstico para proyectar nuestra labor, lo que hemos hecho ahora con las actuales orientaciones pastorales nacionales, creando nuestras propias líneas pastorales.

P.- ¿Y la relación con las comunidades parroquiales?

R.- Son la vida de la iglesia. Avanzamos sin abandonar la vida pastoral cotidiana en las comunidades, con sus iniciativas y creatividad, para enriquecer su identidad. Con todo esto, trabajamos para hacer un cuerpo diocesano. Pero, ha sido complejo, muy complejo. Con rechazos muy abiertos de algunos sacerdotes. En sacerdotes jóvenes encuentro más apoyo.

P.- ¿Cómo han logrado implementar lo que han podido hacer en estos 4 años?

R.- Con los laicos, con los consejos pastorales parroquiales y con los decanos. Los 3 decanos apoyan mucho el trabajo que estamos haciendo. Unos pocos sacerdotes no se suman a nada, pero no impiden que sus dirigentes parroquiales participen y así las parroquias se van incorporando a este caminar de pueblo diocesano. Todos los meses tenemos una reunión de conducción pastoral en la que los decanos tienen un rol clave, además los encargados de las delegaciones pastorales, el vicario general y el obispo. El obispo es un apoyo fundamental.

Me voy enamorando más de la diócesis

A medida que conozco la diócesis me voy enamorando más de ella. Después de 20 años en las cárceles, donde sigo, sin duda, no veía esta otra dimensión pastoral que me ha enriquecido. A veces siento compasión por la fragilidad de algunos sacerdotes, por una práctica religiosa tan pobre, con un Dios tan vertical que no les permite ver esta horizontalidad de la Iglesia a la que el Papa nos invita, sinodalidad, caminar juntos. Para ellos es cada uno, con Dios, y los demás no entran. Eso me da compasión porque eso no lo quiere Dios.

P.- ¿Cómo percibe que la recibió la comunidad?

R.- En general, la comunidad me ha recibido bien. Pero no por eso dejo de reconocer que es una comunidad muy clerical. Para ellos es muy importante lo que dice el sacerdote, en algunos movimientos o lugares, si no está el sacerdote las cosas no se hacen.

Pero en general la comunidad me ha acogido. Hay personas que, para avanzar, me hablan evitando al sacerdote. Creo que el clericalismo es fuerte en muchos sacerdotes, pero también está muy arraigado en los laicos, sobre todo en aquellos que tienen responsabilidad en las parroquias. Han aprendido a ser clericales, autoritarios, si ellos no están, las cosas no se hacen. Esto no permite la renovación en la Iglesia, en los cargos.

P.- Aún así, ¿hay avances?

R: Sin duda. Espero dejar el cargo este año y ojalá pudiera dejar una mujer preparada en la vicaría. Yo no transaré la cárcel, donde seguiré siempre. No sé si esta diócesis está preparada para algo así. Si me voy, podría ser un paso atrás… eso me apena.

P.- ¿Cuál ha sido la reacción en la diócesis frente a los abusos?

R.- El obispo llegó con una postura clara frente a esto: tolerancia cero ante el abuso de poder, al abuso económico, el abuso sexual, la manipulación. En esto ha sido muy consecuente y ha tomado medidas firmes, por ejemplo, recién, frente a un sacerdote que tenía serios problemas de abuso económico. Este tema económico ha sido muy difícil en la diócesis por los malos hábitos que había. Estamos trabajando muy firme y duro en esto.

Estoy en la comisión de prevención de abusos donde estamos renovando toda la formación en las comunidades. El buen trato y construir ambientes seguros es una línea pastoral importante. Le damos mucha importancia.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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