Tras la pausa estival del mes de julio, el papa Francisco ha retomado la audiencia general de los miércoles este 7 de agosto en el interior del Aula Pablo VI para evitar las altas temperaturas. El pontífice ha retomado su ciclo sobre el Espíritu Santo analizando bajo el título “La acción del Espíritu Santo en la obra de la Redención” su presencia desde la Creación hasta el Nuevo Testamento como protagonista del misterio de la encarnación.
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Pero antes de despedirse el Papa lamentó la situación en Oriente Medio hizo un llamamiento “a todas las partes implicadas para que el conflicto no se amplíe y se produzca un cese inmediato del fuego en todos los frentes, empezando por Gaza, donde la situación humanitaria es muy grave e insostenible. Rezo para que la búsqueda sincera de la paz extinga los enfrentamientos, para que el amor venza al odio y para que la venganza sea desarmada por el perdón”. También recordó a las poblaciones de Ucrania, Myanmar, Sudán, “pueblos desgarrados por la guerra encuentren pronto la tan deseada paz”; así como clamó para “que se elimine la discriminación étnica en las regiones de Pakistán y Afganistán, especialmente la discriminación contra las mujeres”.
Un hecho ecuménico de fe
Francisco presentó a María como esposa del Espíritu y figura de la Iglesia, que de Él recibe la fuerza para anunciar la Palabra de Dios después de haberla recibido. Citando al concilio de Constantinopla del año 381 el pontífice resaltó que la fe confiesa que el descenso del Espíritu Santo sobre María hace que se convierta en la Madre de Cristo. “Es, por tanto, un hecho ecuménico de fe, porque todos los cristianos profesan juntos el mismo Símbolo de fe. La piedad católica, desde tiempos inmemoriales, ha tomado de él una de sus oraciones diarias, el ángelus”, destacó.
Por ello, prosiguió el Papa, María es “la Esposa por excelencia, que es figura de la Iglesia». “La Iglesia, contemplando la santidad misteriosa de la Virgen, imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, mediante la Palabra de Dios fielmente acogida, se convierte también en madre, ya que, mediante la predicación y el bautismo, genera a una vida nueva e inmortal a los hijos, concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios”, se afirma en el Vaticano II.
Como María, destacó el pontífice, la Iglesia debe acoger primero la Palabra de Dios “para después dar a luz a Jesús con su vida y su predicación”. Por ello se preguntó: “¿Cómo es posible anunciar a Jesucristo y su salvación a un mundo que parece buscar sólo el bienestar? La respuesta es también la misma que entonces: ‘Recibirán la fuerza del Espíritu Santo’. Sin el Espíritu Santo la Iglesia no puede avanzar, la Iglesia no crece, la Iglesia no puede predicar”. “Hermanos y hermanas, pongámonos también cada vez en camino con esta certeza reconfortante en el corazón: ‘Nada es imposible para Dios’. Y si creemos esto, obraremos milagros”, invitó finalmente el Papa.