El cardenal Pierbattista Pizzaballa denuncia la inseguridad que se vive en el resto de los territorios palestinos y agradece la solidaridad con la comunidad cristiana
El patriarca latino de Jerusalén, el cardenal franciscano Pierbattista Pizzaballa, confía que él no haya que esperar mucho para que se resuelva el conflicto en Gaza, a pesar de las muchas resistencias en contra que existen. Así lo ha asegurado una entrevista con los medios vaticanos en la que el prelado valora las conversaciones de Doha que han dejado “buenas perspectivas”.
Ahora bien, Pizzaballa asegura que “no debemos hacernos ilusiones” aunque las condiciones de cara a un acuerdo hayan mejorado. Para él el final de la guerra está lejano pero podría concluir esta fase y “alejar una escalada, un alargamiento del conflicto con la intervención directa de Irán y una extensión de la guerra también al Líbano”. Por eso destaca que “son tantas las dificultades, pero creo que sí hay un esfuerzo importante desde las partes, no solo de los mediadores, y también de los Estados Unidos, de acabar con la situación”, matiza. Mientras, recuerda, “el conflicto no ha terminado aún, como se aprecia en Gaza con sus continuos bombardeos, con la tragedia que está bajo los ojos de todos y que nos deja siempre sin palabras”.
Mientras, la “pequeña comunidad católica del norte de Gaza, en la ciudad de Gaza, intenta vivir esta situación en las mejores y más serenas condiciones posibles, por difícil que sea”. Para ello están recibiendo ayudas de algunas comunidades, ya que, destacó, “es muy bonito ver cómo dentro de esta situación tan grave y trágica hay también tanta solidaridad”. Pero el cardenal alerta además de la situación en Cisjordania con “tensiones, continuos enfrentamientos entre colonos y palestinos, incluso con la presencia de las fuerzas armadas israelíes… Continuas tensiones, en definitiva, que están haciendo cada vez más complicada y difícil la vida de la población palestina”, denuncia.
Por ello, el patriarca marca como objetivo el alto al fuego en Gaza para poder “restablecer el orden, la seguridad y la vida ordinaria” en todos los territorios. “En resumen, tenemos que pasar página. No es fácil. Lo que vemos en Cisjordania es un ejemplo palpable y concreto de cómo el odio, el resentimiento, el desprecio, han desembocado en formas de violencia cada vez más extremas y cada vez más difíciles de contener. Por lo tanto, debemos trabajar duro, no sólo políticamente sino también religiosamente, porque el trasfondo de esta violencia es también religioso, para que estos alborotadores, estos extremistas, sean apartados, sean aislados y no tengan toda la fuerza que tienen ahora”, concluye.