Chile celebra el Día de la Vida Consagrada en la fiesta de la Asunción

Religiosas y religiosos se reunieron con sus pastores en varias catedrales para renovar su consagración y dar inicio al Año Jubilar

Chile celebra el Día de la Vida Consagrada en la fiesta de la Asunción

En la fiesta de la Asunción de María, el 15 de agosto, feriado legal en Chile, la Iglesia mantiene la tradición de celebrar el Día de la Vida Consagrada. En la mayoría de las diócesis las religiosas y los religiosos celebran la Eucaristía en la Catedral, presidida por el obispo. Allí, suelen renovar su compromiso de consagración. Este año, además, dieron inicio oficial al Año Jubilar para la Vida Consagrada convocado por el papa Francisco con la bula ‘Spes non confundit’.



Gran don de Dios para el mundo

En la Catedral de Santiago, el arzobispo Fernando Chomalí, durante la Eucaristía, dijo a las religiosas y religiosas: “Ustedes son un gran don de Dios para el mundo. Sin ustedes, muchos pobres estarían privados de la gracia que se derrama a través del carisma que el Señor les ha entregado. Que Dios nos regale santas vocaciones para la vida consagrada, sacerdotal, matrimonial y diaconal…”.

Después de la comunión, las religiosas y religiosos presentes, vela en mano, fueron compartiendo el fuego que bajó desde el cirio del Jubileo y, a continuación, iluminados por esa luz comunitaria realizaron la renovación de sus promesas de consagración.

Mientras, en La Serena, el arzobispo René Rebolledo, presidente de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh), reflexionó sobre las esperanzas y desafíos de la vida religiosa, y subrayó la importancia de mantener viva la fe en tiempos de cambio y renovación eclesial.

Testimonios vivos del amor y la esperanza

La hermana Luisa Escobar, representante en la arquidiócesis de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Chile (Conferre), dijo que “agradecimos por todos los dones recibidos, por el regalo de la vocación y por el desafío de ser iglesia sinodal”, resaltando el espíritu de unidad vivido en esta celebración.

También aquí la religiosas y religiosos presentes reafirmaron los votos de su consagración, subrayando su compromiso de seguir adelante con su misión de ser testimonio vivo del amor y la esperanza en medio del pueblo de Dios.

El arzobispo de Concepción, Sergio Pérez de Arce, secretario general de la CECh, en su homilía en la Misa de celebración en la Catedral, invitó a todos los presentes, y en especial a todas las religiosas y religiosos, a mirar a María. Haciendo alusión al Evangelio en que se relata la visita de la Virgen a su prima Isabel, destacó dos verbos: partir y permanecer.

Disponibles para servir y acompañar

“Esto de partir, dijo el arzobispo, tiene que ser una actitud de todos los cristianos y sin duda de los religiosos. Lo más literal y lo más profundo es cuando los hermanos parten de su país, yo sé que aquí hay varios hermanos y hermanas que han dejado su tierra para venir a la misión a Chile (…) Pero todos tenemos que partir, de una u otra manera, a compartir la vida con los demás, tiene que ser algo cotidiano (…) tengo que salir de mí mismo para ir al encuentro de los demás. Esto de partir nace de fijarse en las necesidades de los demás y estar disponible para servirlos, para acompañarlos. Entonces, ojalá que nuestra vida sea de muchas partidas siempre, que no seamos personas instaladas”, pidió el arzobispo Pérez de Arce.

Continuó diciendo que también es necesario saber permanecer. Explicó que saber permanecer consiste en compartir la amistad, el servicio. “Lo peor que puede pasar es que pasemos rápido por la vida de los demás sin fijarnos, sin atender a sus necesidades, sin tener un gesto de cordialidad, de amor”, dijo el arzobispo.

Animó, además, a “preocuparnos de que nuestros ambientes sean positivos. Los religiosos, las religiosas, vivimos en comunidad, es parte de nuestra vocación, y es importante que en la comunidad, en la casa, nos llenemos de alegría, seamos capaces de compartir la fraternidad”. Agregó que lo mismo debe ocurrir en las familias y destacó la importancia de decirnos cosas positivas unos a otros, “que nos llenan de esperanza y que son obra y fruto de Dios en nuestra vida”.

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