Aunque desde hacía meses ya se venían dando varios pasos en este sentido, este martes 20 de agosto, por abrumadora mayoría (265 votos favorables por 29 en contra), el Parlamento ucraniano aprobó la prohibición de las comunidades eclesiales nacionales vinculadas al Patriarcado Ortodoxo de Moscú o que aprueben la invasión de su país por Rusia. Algo que, en la práctica, tiene a una única destinataria: la Iglesia ortodoxa ucraniana vinculada históricamente a Moscú y, concretamente, al patriarca moscovita, Kirill, gran benefactor espiritual de Putin.
Esta histórica comunidad, dirigida hoy por Onufriy, metropolita de Kiev y de toda Ucrania, vive de un modo paralelo a la Iglesia Autocéfala Ucraniana. Encabezada esta por Epifaniy, con el apoyo expreso de Bartolomé, patriarca ecuménico de Constantinopla, la otra gran corriente ortodoxa mundial, culminó, en diciembre de 2018, su afán de autonomía respecto a Moscú y, tras romper con tres siglos de subordinación a su Iglesia, se erigió como la decimoquinta Iglesia ortodoxa a nivel mundial. Esto, condenado tajantemente por Kirill, provocó un cisma en el seno de la ortodoxia, cuyas consecuencias no han hecho sino agravarse en estos años.
Nos encontramos, pues, con dos ortodoxias ucranianas. Una, la histórica, vinculada desde su origen a Moscú y pastoreada por Onufriy. Otra, la surgida hace seis años, que mira hacia Constantinopla y no hacia Rusia, liderada por Epifaniy.
Con todo, hay que tener en cuenta que, a los tres meses de iniciarse la invasión rusa, Onufriy se separó de Moscú de un modo oficial y no dudó en condenar con fuerza el belicismo de Putin y en deplorar el apoyo de Kirill a este.
Pese a ello, las autoridades ucranianas, empezando por el presidente, Volodímir Zelenski, no creen en la sinceridad de su posicionamiento y denuncian que varios de sus clérigos están actuando como agentes de Moscú y, dentro del territorio ucraniano, les pasan a sus militares información sensible que les ayuda en el transcurso de la guerra.
Hasta ahora, aunque sus relaciones han sido muy tirantes, en Ucrania han convivido las dos Iglesias ortodoxas. Una, la nueva y plenamente autónoma, y otra, la históricamente ligada a Moscú, pero que, tras la guerra, ha manifestado su independencia de Kirill y de Putin. Por lo visto, sin éxito, pues el Parlamento ha decidido ilegalizarla por sus supuestas conexiones ocultas con el Kremlin.
Ahora, solo falta la firma de Zelenski para que la prohibición sea definitiva. Pero esta se da por segura, pues el mandatario ha cargado en numerosas ocasiones contra Onufriy y ha reivindicado que “es nuestro deber común garantizar la independencia espiritual de Ucrania”.
En este contexto hay que tener en cuenta la posición de Epifaniy. Si bien en octubre, cuando se aprobaron los primeros trámites parlamentarios para prohibir la Iglesia ortodoxa ucraniana pastoreada por Onufriy, los celebró con entusiasmo (“¡bendición de Dios!”, llegó a escribir en la red X), ahora se ha mostrado más prudente y, de hecho, esta misma semana ha remitido una carta al otro líder de la ortodoxia local para animarle a emprender un diálogo “sin condiciones previas”, teniendo en mente la búsqueda de la unidad y la reconciliación.
Mientras, como recoge ‘Orthodox Times’, los patriarcas ortodoxos de Bulgaria o Antioquía han apoyado a Onufriy y han condenado la “persecución” sufrida por su Iglesia.