Las reacciones desde que, el martes 20 de agosto, el Parlamento de Ucrania aprobara por abrumadora mayoría (265 votos favorables por 29 en contra) la prohibición de su Iglesia ortodoxa vinculada históricamente a Moscú (la pastoreada por el patriarca Onufriy, contrapuesta a la autocéfala, encabezada por Epifaniy y apoyada por Bartolomé de Constantinopla), están cayendo en cascada.
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Hasta que, en las últimas horas, ha llegado la declaración más esperada: la del Santo Sínodo de la Iglesia ortodoxa rusa, cuyo patriarca, Kirill, es el gran benefactor espiritual de Putin en su decisión de invadir Ucrania. Algo que le ha enfrentado con Bartolomé, Epifaniy… y el propio Onufriy, que condenó la agresión bélica rusa y anunció oficialmente que ya no depende de Moscú. Aunque, como se ha comprobado ahora, no ha evitado su prohibición, bajo el argumento del Gobierno de Zelenski de que varios de sus clérigos son espías rusos y facilitan al Kremlin información sensible para la guerra.
Pruebas falsificadas
Sumándose a la protesta de otros patriarcas ortodoxos, como el de Bulgaria (que ha tratado de mediar ante Estados Unidos), o el de Antioquía (que ha acusado a Kiev de “persecución”), el organismo liderado por Kirill condena sin ambages lo que entiende que es una “caza de brujas”, por lo que no duda en “falsificar” las supuestas pruebas del sabotaje de la Iglesia ucraniana a los propios intereses nacionales.
En este sentido, se deplora que “los iniciadores y partidarios del proyecto de ley en Ucrania (altos funcionarios gubernamentales, diputados de la Verjovna Rada, políticos y figuras públicas de derecha radical, representantes de organizaciones cismáticas y de la Iglesia greco-católica ucraniana) no ocultan que el proyecto de ley está dirigido directamente contra la Iglesia ortodoxa ucraniana”.
Diálogo impuesto
Hasta el punto de que “el propósito de esta ley es liquidarla a ella y a todas sus comunidades u obligarlas a transferirse a otras organizaciones religiosas”. Un punto, este, en el que se condena indirectamente a propuesta de Epifaniy a Onufriy de iniciar un diálogo “sin condiciones previas” que pueda acabar en un acuerdo entre ambas Iglesias ucranianas para apostar por su unidad y reconciliación.
Para el Santo Sínodo de la Iglesia ortodoxa, “cientos de monasterios, miles de comunidades, millones de creyentes ortodoxos en Ucrania se encontrarán fuera del marco legal, perdiendo sus propiedades y su lugar de oración”. Por lo que no hay duda de que estamos ante un ejercicio de “política estatal antirreligiosa” que, eso sí, esconde “la impotencia del régimen” de Kiev.
Mediación de la comunidad internacional
Pese a que el propio Kirill “se ha dirigido repetidamente” a organizaciones como la ONU, la OSCE o el Consejo de Europa, “así como a los líderes de las comunidades religiosas del mundo, testificando sobre la persecución de los creyentes en Ucrania”, nada ha valido. Y así, “a pesar de que muchos expertos y organizaciones de derechos humanos en Occidente reconocieron violaciones de los derechos de los creyentes de la Iglesia ortodoxa ucraniana, esto no fue un obstáculo para la adopción de un proyecto de ley que destruye la idea misma de libertad de conciencia y derechos humanos básicos”.
Ahora, esta “política de persecución a la Iglesia”, cuyo objetivo es “difamar la ortodoxia canónica”, también buscará “provocar y justificar las incautaciones masivas de iglesias, llamadas ‘transiciones voluntarias’. Estas incautaciones son organizadas por partidarios de la escisión y nacionalistas radicales con el apoyo de las autoridades locales, los servicios de inteligencia y las fuerzas del orden. Por regla general, van acompañados de violencia y palizas masivas al clero y a los creyentes”.
“Amenazas y chantajes”
También habrá “amenazas y chantajes”, como ya se habría expresado, según Kirill, “en la apertura de decenas de casos penales inventados y sentencias injustas por motivos políticos. Varios archipastores y pastores de la Iglesia ortodoxa ucraniana están detenidos, encarcelados o han recibido sentencias injustas”.
Para la Iglesia ortodoxa rusa, la decretada por Zelenski y el Parlamento ucraniano “puede superar todas las represiones históricas anteriores contra la Iglesia ortodoxa ucraniana, incluida la persecución durante la Unión Greco-Católica de Brest, y es comparable a precedentes históricos tan tristes como la persecución en el Imperio Romano durante la época de Nerón y Diocleciano, la llamada descristianización de Francia durante la Revolución Francesa del siglo XVIII, la represión atea en la Unión Soviética y la destrucción de la Iglesia ortodoxa albanesa en los años 60 por el régimen de Enver Hoxha”.
incompatible con el Estado de Derecho
En consecuencia, “el proyecto de ley adoptado es incompatible con el concepto de Estado de Derecho y es una declaración política destinada a legalizar la destrucción de la comunidad religiosa mayoritaria”, sufriendo una “represión política” sus miembros.
La parte final del mensaje se dirige, como es habitual desde que en 2018 Bartolomé instituyera a Epifaniy como metropolita de la Iglesia autocéfala ucraniana (opuesta a la histórica, de tradición rusa y liderada por Onufriy), se dedica a cargar contra el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. De este modo, “con especial amargura”, se señalar su “papel negativo” en esta crisis, con “acciones unilaterales, apresuradas y contrarias al espíritu de los cánones sagrados” que, a final, “no hicieron más que agravar el cisma de la iglesia en Ucrania, sin curarlo”.
Como Anás y Caifás
Hasta tal punto llega la crítica que se equipara a Bartolomé con “los sumos sacerdotes Anás y Caifás”, responsables indirectos de la condena a muerte de Jesús, lamentándose que “apoyó abiertamente las acciones de las autoridades estatales, cuyo propósito es la crucifixión y destrucción de los canónicos de la Iglesia en Ucrania. Por tanto, el patriarca de Constantinopla tiene la responsabilidad personal de organizar la persecución de los creyentes de la Iglesia ortodoxa ucraniana”.
El mensaje auspiciado por Kirill concluye “expresando la firme confianza en que las puertas del infierno no vencerán a la Iglesia de Cristo”. Al tiempo, a “las organizaciones internacionales de derechos humanos” se les exige que “respondan de manera inmediata y objetiva a la flagrante opresión de los creyentes en Ucrania”.