El 4 de agosto de 2020, Beirut, la capital de Líbano, vivió una de las jornadas más negras de su historia cuando un accidente en su puerto motivó una explosión que dejó un bagaje desolador: 218 muertos, 7.500 heridos y un daño inmenso en sus instalaciones que causó un gran lastre económico al conjunto del país. Cuatro años después, el papa Francisco ha recibido en audiencia a varios familiares de las víctimas.
Algo que ha hecho “con emoción”, asegurándoles que “he rezado mucho por vosotros y por vuestros seres queridos, y sigo rezando, uniendo mis lágrimas a las vuestras. Hoy doy gracias a Dios por poder encontrarme con vosotros, por expresaros mi cercanía en persona”.
Teniendo presentes a cada una de las personas “cuyas vidas fueron arrebatadas por aquella terrible explosión”, Bergoglio ha asegurado que “el Padre celestial conoce sus rostros; uno a uno, están ante Él”. Algo que él mismo ha hecho nombrando en alto el nombre de una de las fallecidas: “Pienso en la carita de la pequeña Alexandra. Desde el cielo, ven vuestra angustia y rezan para que termine”.
Pero el Pontífice no se ha quedado solo en el lamento, sino que ha recamado indemnizaciones y aclaraciones de las responsabilidades: “Con vosotros pido verdad y justicia, que no han llegado. Todos sabemos que el asunto es complicado y espinoso, y que sobre él pesan poderes e intereses contrapuestos. Pero la verdad y la justicia deben prevalecer por encima de todo. Han pasado cuatro años; el pueblo libanés, y vosotros, en primer lugar, tenéis derecho a palabras y hechos que demuestren responsabilidad y transparencia”.
Además, Bergoglio no ha dejado pasar la oportunidad para acompañar al pueblo libanés ante a congoja que genera la guerra en Oriente Próximo: “Siento el dolor de seguir viendo morir a tantos inocentes, cada día, a causa de la guerra en vuestra región, en Palestina, en Israel”, mientras “Líbano paga el precio”.
Y es que, citando ‘Fratelli tutti’, Francisco ha reiterado que “cada guerra deja al mundo peor de lo que lo encontró. La guerra es siempre un fracaso, un fracaso de la política, un fracaso de la humanidad, una rendición vergonzosa, una derrota ante las fuerzas del mal”.
De ahí su aldabonazo final: “Con vosotros imploro desde el cielo la paz que los hombres luchan por construir en la tierra. Os lo imploro por Oriente Medio y por el Líbano. El Líbano es, y debe seguir siendo, un proyecto de paz”.
En definitiva, “la vocación del Líbano es ser una tierra donde convivan comunidades diversas anteponiendo el bien común a las ventajas particulares, donde se encuentren en fraternidad religiones y confesiones diferentes”. Porque, aunque e suyo es “un país atormentado” y víctima de numerosas pruebas, ayer y hoy, “sé que vuestros pastores, religiosos y religiosas están cerca de vosotros: les agradezco de corazón lo que han hecho y siguen haciendo. No estáis solos y no os dejaremos solos, sino que seguiremos siendo solidarios con vosotros mediante la oración y la caridad concreta”.