Vaticano

Francisco, a los Oblatos de San José: “Los jóvenes no nos necesitan: necesitan a Dios”

  • El Papa recibe en audiencia a la congregación y les anima a cultivar “un ‘estar’ diario con Jesús”
  • “Así respondió san José al inmenso don de tener en su casa al mismo Hijo de Dios hecho hombre”





En la mañana de este 26 de agosto, el papa Francisco ha recibido en audiencia a los participantes en el 18º capítulo general de la Congregación de los Oblatos de San José, fundados por san José Marello en 1878 y reunidos estos días en Roma.



En el discurso que les ha dirigido, el Pontífice les ha relatado que “mi familia también tiene sus orígenes en Asti. Tenemos raíces comunes en esa tierra del Piamonte que vio nacer a vuestro fundador” y que además es “hermosa y de buen vino”. Una figura, la de Marello, ciertamente interpelante, por las que sus sucesores, siglo y medo después, pueden reconocerse como “beneficiarios de un don: la santidad del fundador y la historia de vuestro carisma y de vuestra congregación”.

Fecundo legado

Con la mirada puesta en ese fecundo legado, “os comprometéis a hacer vuestras las responsabilidades que de ello se derivan: custodiar y hacer fructificar los talentos que habéis recibido, poniéndolos al servicio de vuestros hermanos y hermanas de hoy”.

Dos actitudes, “agradecimiento y responsabilidad”, que “recuerdan bien la figura de san José, guardián de la Sagrada Familia, que es modelo, inspirador e intercesor de vuestra congregación”.

Desde esta especial devoción por el esposo de María y el padre de Jesús, compartida por Bergoglio, este ha destacado “tres dimensiones de la existencia de José de Nazaret que me parecen también importantes para vuestra vida religiosa y para el servicio que prestáis en la Iglesia: el ocultamiento, la paternidad y la atención a los últimos”.

“Enraizar la vida de fe”

La primera la glosa este lema del propio Marello: “Cartujos en casa y apóstoles fuera de casa”. Algo que para el Papa es “muy importante”, pues implica un “enraizar la vida de fe” en “un ‘estar’ diario con Jesús”. Porque “no nos engañemos: sin Él no nos sostenemos. Por eso os animo a cultivar siempre una intensa vida de oración, mediante la participación en los sacramentos, la escucha y la meditación de la Palabra de Dios, la adoración eucarística, tanto personal como comunitaria”.

Y es que “así respondió san José al inmenso don de tener en su casa al mismo Hijo de Dios hecho hombre: estando con Él, escuchándole, hablándole y compartiendo con Él la vida de cada día. Recordemos: ¡sin Jesús no estamos en pie!”.

Si esto se vive de corazón, en una actitud encarnada en vivir cada instante sintiendo de cerca a Cristo, ello “se reflejará también positivamente en vuestro apostolado, especialmente en esa misión que os caracteriza como ‘apóstoles de los jóvenes’. Los jóvenes no nos necesitan: necesitan a Dios. Y cuanto más vivamos en su presencia, más capaces seremos de ayudarles a encontrarlo, sin protagonismos inútiles y teniendo en el corazón solo su salvación y su plena felicidad”.

Hacia fuera

Teniendo en cuenta que “nuestros jóvenes (pero, en verdad, un poco todos nosotros) viven en un mundo hecho de exterioridad, donde lo que cuenta es parecer, ganar aprobación y tener nuevas experiencias”, hay que conseguir testimoniar que “una vida vivida toda hacia ‘fuera’ deja a uno vacío por dentro, como alguien que pasa todo su tiempo en la calle y deja que su casa se arruine por falta de cuidado y amor”.

“Haced de vuestros corazones, de vuestras comunidades, de vuestras casas religiosas, lugares donde podáis sentir y compartir el calor de la familiaridad con Dios y entre hermanos”, ha clamado con energía Francisco.

En cuanto a dimensión de “la paternidad”, Bergoglio ha recordado que Marello escribió esto, en 1869, “al padre Stefano Delaude: ‘Pobre juventud, demasiado abandonada y descuidada, pobre’”. Frente a esa carta, “uno siente aquí el corazón de un padre que se conmueve ante la belleza de sus hijos humillados por la indiferencia y el desinterés de aquellos que, por el contrario, deberían ayudarles a dar lo mejor de sí mismos”.

Un gran potencial de bien

Ahondando en su espíritu, uno percibe al momento que el fundador de los Oblatos de San José “percibía en los jóvenes un gran potencial de bien, que espera florecer y dar fruto, si es sostenido y acompañado por guías sabios, pacientes y generosos. Y así quiere que seáis, atentos al bien integral de los jóvenes, presentes junto a ellos y sus familias, expertos en el arte mayéutico del formador, sabiamente respetuosos con los tiempos y posibilidades de cada uno”. Un trabajo, este, “fatigoso, pero indispensable siempre, y especialmente en nuestros días”.

En cuanto a “la atención a los últimos”, de san José siempre nos tendremos que quedar con “la fe generosa con la que acogió en su casa y en su vida a un Dios que, contra toda expectativa, apareció ante su puerta en el hijo de una niña frágil, y sin posibilidad de recriminación”.

Lejos de cualquier rechazo, este “fue capaz de dar el paso” y “reconoció la presencia real de Dios en su pobreza y la hizo suya; es más, la unió a la suya. Sí,
porque acoger a los últimos es esto. No es rebajarse paternalistamente a su supuesta ‘inferioridad’, sino compartir con ellos nuestra propia pobreza. Esto nos enseña Dios haciéndose pobre”.

Llamada actual

A igual que “esto es lo que nos enseñó san José Marello reservando en su corazón de pastor un lugar muy especial para los niños más problemáticos, para los ‘jóvenes pobres’, como le gustaba decir”, en definitiva, “esto es lo que el Señor nos llama a hacer hoy”. A todos.

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