Del 26 al 29 de agosto, Módena acoge la 74ª Semana Litúrgica Nacional de Italia, bajo el lema ‘En la liturgia, la verdadera oración de la Iglesia’. Una ocasión a la que se ha querido sumar el papa Francisco, que ha mandado un mensaje en el que reivindica que “la oración litúrgica rehúye toda forma de individualismo y de división”.
En efecto, al ser “participación en la oración de Cristo, dirigida al Padre en el Espíritu Santo”, también es “participación en el aliento amoroso de la Iglesia-Esposa, que hace sentirse parte de la comunidad de los discípulos de todos los lugares y de todos los tiempos”.
Para Bergoglio, desde esta honda vivencia espiritual, la liturgia es, además, “una escuela de comunión que libera el corazón de la indiferencia, acorta las distancias entre los hermanos y conforma los sentimientos de Jesús; es un modo de enseñar que nos transforma, educándonos en la Iglesia a la vida buena del Evangelio”.
Citando a Romano Guardini, para el Papa es evidente que “introduce en la oración toda la amplitud de la verdad; en efecto, no es otra cosa que dogma rezado, verdad revivida rezando”. Lo que se hace siempre en comunidad, eco de “un compromiso y una actitud que todos los bautizados están llamados a vivir para salir de su individualidad y abrirse al ‘nosotros’ de la Iglesia en la oración”.
En este sentido, tal polifonía espiritual se refleja en “los gestos propios de la asamblea, como la reunión, las posturas corporales, el estar en silencio, las expresiones de la voz, la implicación de los sentidos”. Y es que “realizar el mismo gesto todos juntos, hablar con una sola voz, transmite a los individuos la fuerza de toda la asamblea. Es una uniformidad que no solo no mortifica, sino que, por el contrario, educa a cada fiel a descubrir la auténtica unicidad de la propia personalidad, no en actitudes individualistas, sino en la conciencia de ser un solo cuerpo”.
Para que eso se dé, eso sí, hay que “redescubrir la coralidad de la oración litúrgica, a través de la cual, uniéndonos a la lengua madre de la Iglesia, llegamos a ser un solo cuerpo y una sola voz”.
Para Francisco, una propuesta sugerente en esta línea es “la Liturgia de las Horas, que sigue mereciendo un compromiso para que se convierta realmente en la oración del pueblo de Dios. Que nuestras comunidades vuelvan a elevar a coro la oración de los salmos y aprendan a vivir, en la liturgia y en la vida, el valor de la unidad y de la comunión”.
El Papa también propone fomentar “la relación con el canto sagrado. La música en la liturgia no es un elemento ornamental, sino parte integrante y necesaria de la misma, contribuyendo junto con los demás lenguajes de que se compone la liturgia a la epifanía del misterio celebrado. En el canto, en efecto, los fieles viven y expresan su fe. San Pablo VI escribió sabiamente al respecto: ‘Si los fieles cantan, no abandonan la Iglesia; si no abandonan la Iglesia, conservan su fe y su vida cristiana’”.
La tercera reclamación papal “se refiere al silencio al que nos educa la liturgia, como demuestran los constantes recordatorios en la sintaxis eucarística del acto de guardar silencio”. Es también se traduce en “contrarrestar el frenesí, el ruido y la cháchara que nos minan en nuestra vida cotidiana, valorando el silencio sagrado, gesto elocuente, tiempo propicio y espacio fecundo para permanecer en el amor del Señor, cultivar la mirada contemplativa, dar profundidad a la oración del corazón y dejarse transformar por el Espíritu”.
“La cuarta y última dimensión”, para Bergoglio, es “la promoción de la ministerialidad litúrgica, como fruto de ser la Iglesia de Pentecostés. Desde este punto de vista, y no desde una perspectiva funcional, es importante leer los ministerios al servicio de la liturgia: en ellos, en efecto, se manifiestan la diversidad de los dones que el Espíritu Santo suscita en la comunidad cristiana. La presencia de una ministerialidad diversificada, alimentada por la comunión en Cristo, alimenta la participación activa de la asamblea y promueve la corresponsabilidad en la misión, manifestando, en concreto, la naturaleza sinodal de la Iglesia”.
Finalmente, Francisco es consciente de que esta “conciencia” requiere “un compromiso constante de formación, para evitar personalismos y delirios de protagonismo y realizar un verdadero servicio a la comunión”.