Denunciaron que a menudo los trabajadores inmigrantes son maltratados a un nivel más alto que sus contrapartes nacidos en la Unión Americana, incluso, a través del mal de la trata de personas
El próximo 2 de septiembre, en Estados Unidos se celebrará el Día del Trabajo, y con ese motivo, los obispos norteamericanos hicieron un llamado a trabajar por una economía más justa, así como por “un compromiso para construir juntos una sociedad que honre la dignidad humana de todos los que trabajan”.
En un mensaje firmado por el arzobispo de la Archieparquía Católica Ucraniana de Filadelfia y presidente del Comité de Justicia Nacional y Desarrollo Humano de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), Borys Gudziak, y el obispo de El Paso y presidente del Comité de Migración de la USCCB, Mark J. Seitz, los prelados apuntaron que, gracias al tesoro de la Doctrina Social de la Iglesia, “tenemos una larga historia de proclamar el papel esencial que desempeña el trabajo para ayudar a las personas a vivir su dignidad humana“.
Para los obispos estadounidenses, el trabajo digno refleja “que nuestra humanidad nos da un papel activo que desempeñar en la construcción del mundo que nos rodea. A través del trabajo, ejercemos dominio sobre cómo proveemos las necesidades materiales para nosotros mismos y nuestras familias. Dios desea que hagamos más que simplemente sobrevivir, sino que prosperemos”.
Por ello, lamentaron que, en la economía actual, demasiadas personas y familias viven en la pobreza debido a trabajos con salarios bajos, que a menudo ofrecen pocos o ningún beneficio, horarios de trabajo erráticos y ofrecen protecciones insuficientes.
“Al mismo tiempo, la representación sindical ha disminuido, especialmente en el sector privado, dejando a los trabajadores con menos protección y una posición de negociación debilitada. Sabemos que no tiene por qué ser así”, añadieron.
Destacaron que muchas comunidades y sectores de la economía están lidiando con la escasez de mano de obra debido al cambio demográfico y otros factores, y algunos recurren a los inmigrantes para llenar los puestos vacíos.
Continuaron: “a menudo vemos que los trabajadores inmigrantes son maltratados a un nivel más alto que sus contrapartes nacidos aquí, incluso a través del mal de la trata de personas. Además, los inmigrantes se enfrentan a situaciones de hostilidad y discriminación debido, en parte, a conceptos erróneos y a una retórica política dañina que menosprecia a la persona humana”.
Enfatizaron que la Iglesia apoya tanto a los trabajadores como a los inmigrantes en todo el país, “especialmente aquellos que a menudo trabajan en la agricultura y otras industrias sin protección debido a su estatus migratorio. Estos trabajadores contribuyen a la economía local, pagan impuestos y son propietarios de viviendas. Sin embargo, a menudo son víctimas de robo de salarios y temen legítimamente represalias si denuncian el robo de salarios o prácticas injustas”.