Más allá de la lógica preocupación, denuncian, “no son de recibo las actitudes de quienes trabajan sistemáticamente por todos los medios para repeler a los migrantes. Y esto, cuando se hace con conciencia y con responsabilidad, es un pecado grave”, señalan haciéndose eco del llamamiento de Francisco el pasado 28 de agosto en la audiencia general. “Como Iglesia, no pretendemos entrar en el debate partidista ni señalar cómo los gobiernos deben regular los flujos migratorios, pero sí abogamos por un modelo de acogida integral, que respete la inalienable dignidad de las personas inmigrantes y refugiadas; un modelo centrado en las múltiples dimensiones de la persona y sus relaciones, priorizando el acompañamiento personal y la capacitación para la autonomía y la integración en la sociedad”, reivindican.
Por ello, concluyen, “es momento de rezar y trabajar juntos, despolitizando y desideologizando este drama humanitario, fomentando el encuentro y el diálogo de quienes vienen de lejos con los ciudadanos y ciudadanas de esta tierra, promoviendo una acogida integral que favorezca el bien de las personas inmigrantes y de toda la sociedad que los recibe, valorando no sólo los problemas que pueden surgir, sino las oportunidades que se nos presentan”.