La sede de la Conferencia Episcopal Indonesia fue el lugar elegido esta mañana para el encuentro que mantuvo el Papa Francisco con los voluntarios y beneficiarios de las organizaciones caritativas del país. En su última jornada en el archipiélago dentro de su gira por Asia y Oceanía que arrancó el lunes, Francisco suscribió que “el papel de la Iglesia es crucial para garantizar la dignidad de la persona humana”.
Tras las intervenciones del presidente de los obispos, Antonius Franciskus Subianto Bunyamin, obispo de Bandung y el testimonio de varias personas con discapacidad, entre ellos, Andrew, un deportista que ha participado en los Juegos Paralímpicos. Con este joven como referente, Francsico aseguró que estamos “llamados a convertirnos juntos en campeones del amor en la gran Olimpiada de la vida”.
“Jesús, nuestro faro de esperanza, siempre ha apoyado las necesidades de las personas con discapacidad”, subrayó el Papa. Justo después, expresó que “creo firmemente que Dios creó a los humanos con habilidades únicas para enriquecer la diversidad de nuestro mundo, y la discapacidad es solo uno de estos aspectos únicos”. A la vez, defendió que, como Iglesia, “debemos asumir la responsabilidad y apoyar activamente los derechos de los discapacitados”.
El pontífice no dudó en elogiar a todos los presentes: “Ustedes que son pequeñas estrellas brillantes en el cielo de este archipiélago, son los miembros más valiosos de esta Iglesia, sus tesoros como enseñó el diácono mártir San Lorenzo desde los primeros siglos del cristianismo”.
A partir de ahí, el Papa alentó a unos y a otros a no perder la esperanza cuando la aparecen los obstáculos vitales: “Afrontar las dificultades juntos, todos dando lo mejor de nosotros, aportando cada uno nuestra contribución única, nos enriquece y nos ayuda a descubrir día a día cuánto vale nuestro estar juntos, en el mundo, en la Iglesia, en la familia”.
En esta misma línea, apuntó que “el amor es lo más importante en nuestra existencia”, en tanto que nos lleva a “darnos cuenta de cuántas personas buenas hay a nuestro alrededor” y a descubrir “cuánto nos ama el Señor a todos, más allá de todos los límites y dificultades”. “Cada uno de nosotros es único a sus ojos, a los ojos del Señor, y Él nunca nos olvida: nunca”, remarcó el pontífice.