Difícil imaginar que en un país tan abrumadoramente musulmán como Indonesia pueda celebrarse una misa a la que han acudido centenares de miles de personas; indonesios en su inmensa mayoría, pero también provenientes de otros países, con Filipinas en primer lugar.
No solo las gradas disponibles del Estadio Gelora Bung Karmo de Yakarta estaban llenas rebosa este jueves 5 de septiembre; además, en el terreno de juego se había instalado una numerosa multitud. Antes de penetrar en el recinto, el Santo Padre fue saludado efusivamente por el presidente de la República de Indonesia, Joko Widodo, y algunos miembros de su Gobierno.
Todos los presentes tributaron al Papa un recibimiento apoteósico entre cantos, aclamaciones, vítores y un agitar de pañuelos y banderitas que no cesó ni un solo instante y que se incrementaba cada vez que el ‘jeep’ se detenía para que Bergoglio besara a los varios bebés que le acercaban los gendarmes o guardias suizos de su escolta.
Una vez revestido con los ornamentos litúrgicos, dio comienzo la eucaristía en memoria de Madre Teresa de Calcuta, una mujer, una santa, reconocida universalmente por su entrega sin límites a los pobres y los moribundos. Con el Pontífice han concelebrado, además de numerosos sacerdotes, todos los obispos del país y los miembros de su séquito, entre los cuales sobresalían el cardenal Tagle y los monseñores Peña Parra y Gallagher, sustituto de la Secretaría de Estado y secretario para las Relaciones con los Estados.
La homilía papal se ha basado en el pasaje del evangelio de Lucas de hoy, en el que se lee que “la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la palabra de Dios”. Francisco ha propuesto a los que le escuchaban dos actitudes: escuchar la Palabra y vivirla.
“En medio del aturdimientro y la vanidad de las palabras humanas –ha dicho–, necesitamos la Palabra de Dios, la única que sirve de brújula en nuestro camino, la única que, frente a tantas heridas y pérdidas, es capaz de devolvernos al significado auténtico de la vida”.
“No olvidemos esto –ha proseguido–. La primera tarea del discípulo no es vestir el hábito de una religiosidad exteriormente perfecta ni de hacer cosas extraordinarias o dedicarse a grandes proyectos. Por el contrario, el primer paso consiste en saber ponerse a la escucha de la única palabra que salva”.
“Frente a las numerosas ocupaciones de nuestra vida cotidiana –ha insistido–, ante la llamada que todos sentimos de construir una sociedad más justa, de avanzar en el camino de la paz y del diálogo, a veces podemos sentirnos insuficientes, sentir el peso de tanto compromiso que no siempre da los frutos esperados o de nuestros errores que parecen frenar el camino. (…) Siempre podemos arriesgarnos a ir mar adentro y volver a echar las redes, como Pedro, aunque hayamos pasado la noche del fracaso, a través del tiempo de la desilusión, en el cual no hayamos sacado nada”.
Al final, ha recordado esta frase de Madre Teresa de Calcuta: “Cuando no tengamos nada que dar, demos ese nada. Y recuerda: aunque no tengas nada que cosechar, no te canses nunca de sembrar”.
Concluida esta primera etapa en Indonesia, mañana volamos rumbo a Papúa Nueva Guinea, en cuya capital, Port Moresby, aterrizaremos, después de seis horas de vuelo, a las siete menos diez de la tarde (las diez y media de la mañana hora española).