El Papa ha llegado este viernes a Papúa Nueva Guinea. Un país que, tal como relata Obras Misionales Pontificias (OMP), es el segundo país 100% territorio de misión que visita en el que, además, es el viaje más largo de su pontificado.
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Para recibir a Francisco, miles de personas han viajado desde diversas diócesis del país y de Islas Salomón. “Se espera que Francisco fortalezca la fe y dé un impulso a la evangelización allí, además de dar visibilidad a desafíos como el cambio climático”, subrayan desde la OMP.
“El número esperado de personas superará las 300.000″, explica monseñor Paul Sundu, obispo de Kundinawa (Papúa Nueva Guinea). “Muchas caminaron dos o tres semanas antes de la visita papal”, añade. “Es un momento para recibir la gracia de Dios y nos trasladamos a la ciudad capital como peregrinos”, afirma este obispo. “Los próximos tres días serán una bendición que no se puede olvidar. La presencia del Papa definitivamente nos dará más alegría y coraje para continuar nuestra misión”.
“Estamos casi en el fin del mundo, somos casi insignificantes”, explica por su parte Víctor Rocha, director de OMP en Papúa Nueva Guinea. “El papa Francisco está haciendo especial hincapié en aquellos lugares que se encuentran en las periferias, diócesis y países que normalmente no son reconocidos ni recordados por su importancia”.
Una visita con impacto
En un país en el que –aunque “muy comprometidos”– solo el 30% de la población es católica, “el impacto de esta visita se mostrará especialmente en la fe de la gente”. “Las Iglesias católicas en Papúa Nueva Guinea están llenas todos los domingos, cerca del 70-80% de los bautizados acude a misa”, apunta Rocha.
De hecho, él mismo asiste a 27 comunidades dispersas, lo que sería imposible sin la ayuda de los laicos. Por otro lado, “esta visita no sólo fortalecerá nuestra fe en Cristo sino que también dará visibilidad a algunos de nuestros desafíos terrenales”. Entre ellos destaca el cambio climático, “algo que nos afecta mucho, porque a menos que algo cambie, varias de nuestras islas desaparecerán en los próximos 50 años”.
Un país de misión
Papúa Nueva Guinea es un país de misión. Los primeros misioneros estables llegaron a Papúa Nueva Guinea hace menos de 150 años. Desde que se fundó la diócesis de Port Moresby en 1889 como vicariato apostólico de Nueva Guinea, OMP ha ido acompañando el crecimiento de la evangelización allí. De ella se fueron dividiendo posteriormente las otras 18 diócesis –la última, Kinbe, fue creada en 2003-.
En los últimos 5 años, Obras Misionales Pontificias ha apoyado a la Iglesia en Papúa Nueva Guinea con más de 7 millones de dólares, la gran mayoría gracias al Domund. Con este dinero se ofrece una ayuda fija a cada una de las diócesis de Papúa Nueva Guinea para los gastos diarios, para que la Iglesia pueda permanecer abierta. “Sin el apoyo de Obras Misionales Pontificias (OMP) a nuestra misión sería imposible, por eso agradezco mucho a los donantes”, explica el obispo de Kundinawa, Paul Sundu.
Por otro lado, OMP envió más de 800.000 dólares para impulsar el trabajo que los misioneros realizan con niños: escuelas, orfanatos, centros de salud… Y apoyó la formación de los futuros sacerdotes diocesanos del país. Además, se van poniendo los cimientos de la Iglesia con cosas tan básicas para la tarea de los misioneros como construcción de sus casas, apoyo en los largos viajes, energía y agua potable, creación de nuevas parroquias…
Además, e han equipado las radios diocesanas para anunciar el Evangelio a una población tan dispersa. En la actualidad, en Papúa Nueva Guinea hay 4 seminarios diocesanos mayores, todos ellos sostenidos cada año por la Santa Sede, a través de OMP, con 104 seminaristas.