El padre Miguel Ángel González, prior de los Carmelitas Descalzos de Salamanca y Alba de Tormes, ha sido un testigo privilegiado: “Es un acontecimiento extraordinario, histórico”. Por primera vez desde 1914, la Orden del Carmen Descalzo ha abierto el sepulcro con el cuerpo incorrupto de santa Teresa de Jesús (Ávila, 1515-Alba de Tormes, Salamanca, 1582). “Venimos preparando este proyecto desde hace exactamente dos años, desde agosto de 2022 –explica–. Hemos ido realizando los trámites oportunos con distintas instituciones y personas, con el Dicasterio de las Causas de los Santos en Roma, que dio la aprobación pontificia. Y, por lo tanto, se han ido dando los pasos de manera adecuada, y eso ha hecho que lo hayamos vivido con gran ilusión, expectación y también con mucha serenidad y naturalidad”.
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Durante tres días, del 28 al 30 de agosto, la reliquia más venerada del Carmelo ha podido ser examinada visualmente, fotografiada y radiografiada en una sala preparada para la ocasión en la clausura del monasterio de la Anunciación de Nuestra Señora de Alba de Tormes por un equipo científico-médico y un tribunal eclesiástico. También las denominadas “reliquias mayores”, el corazón y el brazo –que igualmente se conserva en la octava fundación teresiana–, así como la mano, trasladada desde el monasterio del Corazón Eucarístico de Jesús, en Ronda (Málaga). Estas, precisamente, dieron las primeras sorpresas.
“Recibir la noticia por parte de los médicos y científicos, y tras un examen exhaustivo, de que estas reliquias se encontraban en un estado de excepcional conservación ha sido una sorpresa para todos nosotros. Así que, simplemente, después de la limpieza de los objetos preciosos que son los relicarios, y que también se ha realizado en estos días, se han colocado de nuevo el corazón y la mano en sus lugares correspondientes, y la reliquia insigne de la mano ya ha vuelto al Carmelo de Ronda”, detalla el prior.
“También hemos podido conocer algunos indicios, ya con un simple examen visual, de algunas características de la realidad, diríamos, física de santa Teresa de Jesús –continúa Miguel Ángel González–. Nos han confirmado que tuvo una complexión física muy frágil y sufría algunas enfermedades, como una desviación muy prolongada de las vértebras superiores. De modo que, al menos durante los últimos años, debió de caminar con un encorvamiento muy pronunciado. Que tenía artrosis en la rodilla izquierda. Es curioso, en la derecha no. No tenía osteoporosis, y sí lo que se llama espina calcárea en los pies, de modo que caminar le debía de producir un sufrimiento muy grande”, resume.
Tiempo de caminar
“Y de aquí sacamos una conclusión –prosigue–. Además de lo que pueden resultar curiosidades, al tener noticia de este tipo de padecimientos por parte de santa Teresa, debemos recordar que los santos, además de intercesores, también están para que podamos imitar su ejemplo y sus virtudes. A ella seguramente le costaría mucho trabajo caminar, pero seguía haciéndolo, resolviendo dificultades, solventando conflictos, siempre mirando hacia adelante y siempre en camino hasta su último instante”.
Santa Teresa murió en Alba de Tormes, con 67 años, pronunciando como últimas palabras un inquebrantable “es tiempo de caminar”, como recuerda el padre Miguel Ángel: “Es decir, dando un testimonio precioso, para que sigamos avanzando a pesar de las dificultades de la vida, que nunca nos quedemos parados, que podamos abrazar cada día la vida del Evangelio, aunque encontremos dificultades y padezcamos en el camino sufrimientos y dolores de distinto tipo, físicos, morales o espirituales. Que esas realidades, esas contradicciones de la vida, no nos hagan parar ni retroceder, sino avanzar hacia adelante con ese espíritu de superación y lucha que caracteriza a esta gran mujer, que es ejemplo para todos”.
