“No me voy a olvidar más de la sonrisa de ustedes. Gracias por su sonrisa y su alegría”. Con estas palabras, el papa Francisco se despedía de los jóvenes timorenses y, por tanto, de todo el país, en el que fue su último acto en el país con mayor porcentaje de católicos del planeta. El centro de convenciones de la capital, Dili, fue el lugar elegido para un diálogo abierto entre el pontífice argentino y cerca de un millar de jóvenes que estaban en el interior, mientras se calcula que otros 2.000 le escucharon fuera. Tras esta cita, puso rumbo al aeropuerto para tomar el avión que le lleva al último destino del viaje más largo de su pontificado: Singapur.
Entre los consejos que lanzó Jorge Mario Bergoglio, se encontraban dos de sus ejes: hacer lío y cuidar la memoria. “Los jóvenes hacen lío. Los jóvenes hacen barullo. Sigan haciendo barullo. Los jóvenes tienen que hacer barullo para demostrar la vida”, animó el Papa a cuantos le escuchaban. En esta misma línea, les instó a “soñar en grande” pero “si luego se bebe alcohol, lo que se tienen son pesadillas”. “Un joven no sueña es un jubilado de la vida”.
Con la vista puesta en la lucha por la independencia del país, instó a esta generación de timorenses a ser “herederos de la historia tan hermosa que han tenido”, desde el respeto a los ancianos. “Así que no pierdan su memoria”, apostilló.
Y es que el mensaje de Francisco también estuvo plagado de advertencias: “No pierdas el entusiasmo de tu fe. Y cuidado con las adicciones, porque llegan los llamados ‘vendedores de felicidad’. Venden drogas, tantas cosas que te dan felicidad durante media hora, nada más”. De la misma manera, abordó otro de los problemas entre los niños y adolescentes a nivel global: el bullying. “Desde este momento nunca más acoso escolar”, expresó con gesto serio. A la vez, les recordó que “ser libres no es hacer lo que uno quiere. Un joven tiene responsabilidades y una es aprender a cuidar la Casa Común y para eso hay que comprometerse”, remarcó.