García Cuerva peregrinó y participó de la Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro en la provincia norteña
En el marco de los días de celebración por la Fiesta del Señor del Milagro, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, presidió, en la Catedral de Salta, la Eucaristía de este domingo, acompañado por el arzobispo del lugar, Mario Cargnello; el obispo de Jujuy, César Fernández; el auxiliar de la arquidiócesis de Tucumán, Roberto Ferrari, y el emérito de Venado Tuerto, Gustavo Help.
Comentó a la feligresía que cuesta poner en palabras lo que se siente en esta festividad; “desborda el alma”. Específicamente, en la cruz del Señor del Milagro encontramos fuerzas, reconocemos la fragilidad y la vulnerabilidad. Por eso, la necesidad del Señor.
García Cuerva recordó que San Pablo expresa que el mensaje de la cruz puede resultar una locura para muchos, pero para los creyentes es la fuerza de Dios y la sabiduría; una sabiduría que no se aprende en las universidades ni en los centros políticos, sino en la gente sencilla, que sabe vivir. Reconoció que se emocionó al observar cómo la gente miraba al Señor y a la Virgen. Y destacó que hay una comunión de miradas por el Señor “puso la mirada nosotros, mirada que cura las heridas del alma”.
Agregó que todos los que llegan a sus pies, lo hace emocionados hasta las lágrimas, y ese llanto nos hace bien porque con las lágrimas limpiamos la mirada y, quizás, miramos el futuro con mayor esperanza y veamos un horizonte para salir adelante como argentinos”.
El arzobispo de Buenos Aires contó su experiencia de la peregrinación que realizó desde San Antonio de los Cobres. Dijo que los peregrinos recibieron no sólo ayuda, sino también ánimo de quienes estaban a la vera del camino, desde los puentes y cerros. Y es toda una enseñanza que los que están al margen del camino den fuerza.
Cree que lo que realmente sufre Argentina es una herida profunda: “Es una herida que nos duele profundamente en las entrañas de la patria”, pero con esfuerzo colectivo, esa herida puede cicatrizar. Y pidió que “Desde las márgenes de la Patria nos ayudemos, desde la Argentina profunda ayudemos a que se ponga de pie”.
A diferencia del 2020 que había que cuidarse del contagio del COVID, ahora pidió contagiarse de fe, de la fe de un pueblo sencillo porque se necesita mucho. Alentó a ver la parte positiva de la vida y ser agradecidos por los recibido, no ser profetas de calamidades y de malas noticias.
Finalmente, exhortó al Señor del Milagro a que a todos nos regale la valentía de decir yo necesito de vos, no puedo solo. Y vos necesitas de mí porque somos hermanos y juntos, como argentinos, necesitamos de Cristo.
Como todos los años en la última jornada de esta festividad se renueva el Pacto de Fidelidad. El arzobispo porteño reafirmó que este pacto de fidelidad es lo que necesita la Argentina, un pacto de hermandad.
Con respecto a este Pacto, el titular de la arquidiócesis de Salta explicó que establecer un pacto es ser interpelado en lo profundo como hijos de Dios: un pacto entre un Dios que nos pone a su altura y nosotros que, siendo tan pequeños, nos abrimos a su Espíritu.
Estimó que “en esta hora de la patria, constituye un compromiso especial de los cristianos apostar a transformar el clima de enfrentamientos que duele y traba la marcha hacia un futuro mejor, apostar por cultivar relaciones sanas, respetuosas, que permitan un diálogo constructivo, mirando el presente y el futuro”.
Instó a focalizar los esfuerzos para luchar contra todo aquello que nos destruye: la violencia, el flagelo de la droga, la inequidad social con su secuela de una pobreza creciente, la cultura de la muerte, la pérdida de la calidad educativa. Pidió que, en esta hora, en la que vemos crecer la pobreza y nos abofetea la inequidad, seamos austeros y solidarios con los que nos necesitan.
Convocó a buscar en la Eucaristía el “alimento del caminante, prenda de esperanza y fuente de reconciliación y fraternidad”, porque te marca la justa dirección del camino de la vida. “Te indica y te da la meta: es Cristo”, aseveró Cargnello.