Del 16 de septiembre al 12 de octubre, ha comenzado en España la III Caravana por la Ecología Integral, que a nivel internacional organizan la Red Iglesias y Minería (RIM), el Consejo Indigenista Misionero (CIMI) y la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), y a las que en nuestro país se suma la red Enlázate por la Justicia, conformada por las entidades eclesiales Cáritas, Cedis, CONFER, Justicia y Paz, Manos Unidas y REDES, que a su vez engloba a decenas de entidades católicas comprometidas con la defensa de los derechos humanos.
En esta tercera edición, la gira la conforman diversos líderes sociales de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Perú que afrontan el reto de acompañar a pueblos y territorios afectados por el extractivismo y la minería. A lo largo de estas semanas, recorrerán 10 ciudades de seis países europeos para tratar de concienciar a nuestra sociedad con su testimonio. Así, irán a Bélgica, Francia, Italia (incluida una visita al Vaticano), Austria y Alemania. Aquí, estarán en Madrid, Bilbao, Valladolid y Cáceres.
En la capital, este martes 17, la Asociación para la Solidaridad (ONG redentorista integrada en REDES) ha acogido un acto con los medios en el que han estado la mayoría de los miembros de la caravana. Siendo impactante el testimonio de todos ellos, ha resonado con especial fuerza el clamor por la vulneración de los derechos humanos que se produce en Brasil.
Una realidad que han trasladado Guilherme Cavali, periodista y coordinador de la Campaña de Desinversión Minera; Rilson Guajajara, joven dirigente del territorio indígena Caru; y Ytaxaha Braz, que trata de preservar la memoria de los pueblos pankararu (el de su madre) y pataxó (el de su padre) en Minas Gerais.
Cavali ha pedido a Europa que se haga la siguiente pregunta: “Cuando se llama a hacer una transición energética, ¿a coste de quién es?”. Y es que, como constatan en su tierra, pese al teórico “cambio de modelo” que niega ser “contaminante” y dice ser “limpio y verde”, la realidad solo es una: “Se sigue sustentando sobre el martirio de los pueblos y las tierras”. En definitiva, bien lejos del producto de marketing que se anuncia aquí y allá, se perpetúa “un sistema colonial y extractivo de materias primas, a costa de la vida misma de miles de personas y territorios”.
Así, el también asesor de Diálogo Norte-Sur de Horizont3000 ha insistido en que “nosotros tenemos otro paradigma: buscar la paz con la tierra, no la división”. Y es que esta última genera en su país una consecuencia devastadora: “El humo contaminante cubre el cielo de Brasil”.
Por su parte, Braz ha señalado que “llevamos más de 500 años luchando contra la desterritorialización; primero luchamos contra la colonización y después tuvimos que hacer frente a los proyectos extractivistas protegidos por el propio Estado”. Algo que “daña a nuestros pueblos en un sentido físico y espiritual, pues anulan nuestra cultura”.
Una identidad que entronca con la relación con la tierra, sintiendo el ecosistema como una parte de sí mismos: “Antes, mi tío hablaba con el agua… Pero, desde que están estas grandes empresas, ya no escucha su voz. Es un gran mal que afecta a nuestros cuerpos y a nuestra espiritualidad”.
Tras la destrucción de sus dos pueblos originarios “por un gran incendio y por el impacto de una hidroeléctrica que inundó nuestro territorio”, la joven indígena ha narrado cómo llegaron a Minas Gerais. Por su parte, ella se instaló en la aldea Cinta Vermelha-Jundiba, “amenazada por la empresa minera Sigma Lithium, cuyo negocio se basa en la extracción del litio y cuyo impacto es tan grande que el Gobierno local plantea cambiar el nombre de nuestra región para que se llame ‘Valle del Litio’”.
De ahí su profundo lamento, ya que “los ríos que abastecen a las comunidades están en gran peligro. Y así, mientras para la población no hay agua, las empresas tienen toda la que necesiten”. Un desastre que padecen “muchos pueblos”, víctimas de una “invasión” que, de consumarse, llevará “al genocidio de los indígenas” de la zona. Y, sin ellos, estaremos ante “un etnocidio, pues acabarán también con nuestra cultura”.
Ella, junto a otros líderes sociales, busca “alzar la voz”, pero lo que reciben a cambio es “amenazas, persecución y asesinatos”. Una realidad muy dura y en la que buscan apoyos locales, “como el de la Iglesia, a la que necesitamos”. Y es que, en definitiva, “solo llamamos a cuidar la vida, incluida la no humana, pues para nosotros las montañas y los ríos también forman parte de la vida en un sentido amplio y espiritual”.
Por su parte, Guajajara ha contado cómo en Aldeia Maçaranduba, en Maranhao, el gran peligro contra el que se enfrentan es “el ferrocarril Vale, que se suma a las consecuencias que la minería y la deforestación ya nos ocasionan y que, impulsado con inversión alemana, atraviesa 100 comunidades indígenas y quilimbolas, que han bautizado este proyecto como ‘el tren de la muerte’, pues, aunque nos aseguran que nos beneficiará, sabemos que solo nos llegará violencia”.
Con crudeza, ha argumentado que “lo que venden como proyectos de desarrollo son en realidad proyectos de muerte”. Una historia ya conocida por todos ellos, pues “llevamos 524 años defendiendo toda forma de vida en nuestra tierra”. Una lucha que comparten con “los 360 pueblos tradicionales que hay en Brasil”, a los que une, “tristemente, ver cómo nos persiguen y silencian por el simple hecho de querer vivir en armonía con nuestra tierra”. Eso sí, “no callaremos mientras haya un solo indígena vivo”.
Más allá del tren, “está previsto que construyan un gran puerto que, en el caso de una isla de la zona, afectará al 87% de su población, en su gran mayoría afro. De toda ella, me atrevería a decir que solo están informadas del proyecto 10 o 15 personas. Algo que, entre otras cosas, viola su derecho a la información y a que un proyecto así se someta a una consulta previa, libre y formada”.
Sin olvidar otras consecuencias más de ese supuesto “desarrollo”, como “la violencia sexual contra mujeres y niños, la droga o el alcohol”. De ahí que lo tengan claro: “Siempre nos opondremos a todo proyecto minero, ya sea de hierro o de litio”.
Antes de cerrar el acto, Braz ha reiterado que “las empresas cuentan con los gobiernos locales como sus principales aliados. Hablan de ‘minería verde’ y niegan el impacto que sus proyectos tienen en nuestra vida para deslegitimar nuestra lucha. Pero no nos rendiremos y siempre apelaremos a nuestro derecho original y a pedir respeto para nuestro modo de vivir. Es difícil, pero la clave es trabajar en red, estar siempre unidos los pueblos indígenas y tradicionales y en ir hasta el final en la vía judicial, la única en la que avanzamos”.
Guajajara ha rematado su testimonio detallando “cómo las empresas buscan callarnos con drones y contratando a fuerzas policiales. Pero también aliándose con las autoridades y, cuando pueden, con jueces que controlan”.
Fotos: Laura Daniele y Marta Isabel González / Enlázate por la Justicia.