La Orden de San Agustín llegó al estado de Goa, en la India, en 1572, cuando Antonio de Paixao lideró a un grupo de misioneros portugueses que logró asentarse solo un año después. En su momento de máximo esplendor, a mediados del siglo XVII, la misión agustina en la India iba más allá y abarcaba desde las costas de Kenia hasta la región china de Macao. Goa era el epicentro y, como consta en un documento de 1638, contaban con 240 misioneros. La presencia se mantuvo hasta 1834, cuando el Imperio lusitano suprimió todas sus órdenes religiosas masculinas.
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Tras un paréntesis de más de un siglo, la congregación pudo volver al país en 1968, apoyados por la Provincia Agustina de Filipinas, asentándose en el estado de Kerala. Aunque fue de un modo muy sutil, ya que hasta 1982 no llegaron a la Diócesis de Cochin, donde, en 1986, fundaron su primera casa de formación en el municipio de Edacochin. La segunda abrió en 1992 en la propia Kerala. El siguiente salto se dio desde 2006, con la apuesta por tener presencia en parroquias y en el ámbito educativo. El último hito llegó, simbólicamente, en julio de 2022, cuando, tras recibir la invitación del arzobispo de Goa, el cardenal Filipe Neri Ferrao, los agustinos están volviendo poco a poco a esa zona del país asiático en la que empezó todo.
Desde la sencillez
En pleno renacer, desde la sencillez, de una presencia que llegó a ser omnipotente, el vicario regional de los agustinos en la India, Wilson Injarapu, habla a Vida Nueva de los muchos retos que acometen en un día a día nada fácil. En primer lugar, por el contexto político, tras una década en el poder de Narendra Modi y su apuesta por el nacionalismo hindú, “tratándonos a musulmanes y cristianos como si fuésemos extranjeros en nuestro propio país”.
Pese a que Modi ha perdido la mayoría absoluta y debe apoyarse en otros grupos, no hay muchos rayos de luz: “En cuatro estados ya han aprobado leyes anticonversión, por las que se nos persigue si alguien decide bautizarse como cristiano… Eso sí, la respuesta es la contraria, pues los cristianos indios son muy fieles y, cuanto más son hostigados, más fuertes se hacen. En Orisha, uno de los estados más golpeados por la persecución, están surgiendo muchas vocaciones. El 95% de nuestros religiosos allí tienen menos de 50 años, lo que habla de una presencia joven… A los agustinos nos asocian con nuestro pasado histórico, pero la realidad actual es que somos una orden joven”.
Otro modo de perseguir a los cristianos por parte del Gobierno es “con su intento de cortar todos nuestros recursos. Tratan de restringir las cuentas bancarias de las parroquias y las escuelas católicas, con lo que el objetivo es que no nos puedan llegar los donativos que, desde fuera del país, nos mandan quienes quieren ayudarnos en nuestra obra social. Ya lo consiguieron en su día con las Misioneras de la Caridad, las hermanas de Teresa de Calcuta, y nos hace mucho daño… Si no podemos recibir dinero, nos cortan completamente”.
Fomentan la falta de educación
En este sentido, Wilson señala la raíz del conflicto: “El Gobierno sabe que es muy fuerte en el norte, donde arrasa en las elecciones. La causa es que es una región muy pobre y donde apenas hay posibilidades de educarse. Así les es más fácil manipular a la gente con un sentimentalismo religioso, basado en gestos como convertir mezquitas en templos hindúes. No ofrecen educación y trabajo, solo religión… Saben que, si los ciudadanos se forman, entonces se hacen preguntas. Y eso es justo lo que no quieren”.
Por el contrario, “nosotros, dentro de nuestras posibilidades, tratamos de apostar por una educación de calidad y abierta a todos, sin importar sus creencias. Contamos con dos colegios: uno en Kolam, en el estado de Kerala, donde hay 700 alumnos. Y otro el Pollachi, en Tamil Nadu, en el que se forman 1.500 niños y adolescentes. No tenemos muchos medios, pero hacemos todo lo posible por ofrecer esta respuesta, conscientes de que muchas familias nos necesitan ante la realidad de que las escuelas públicas ofrecen una muy mala formación. La gente quiere salir adelante y saben que necesitan estar preparados para ello”.
En cuanto a la actividad propiamente pastoral, además su labor en las parroquias y los colegios, su gran perla son sus tres casas de formación: “A nivel de vocaciones, estas aumentan en casi todo el país y en total contamos con 40 chicos formándose en diferentes etapas, teniendo ya una tercera casa de formación”.