El Pontífice será recibido por los grandes duques Henri y Marie Therese y el primer ministro, Luc Frieden, cuando aterrice
Dos semanas después de su maratoniano viaje a Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur, Francisco vuelve a subirse a un avión para visitar Luxemburgo y Bélgica, dos pequeños países pero con un papel singular en la historia de la Unión Europea. A finales de la Segunda Guerra Mundial llegaron a un acuerdo aduanero y económico fundando el Beneleux (fusión de las primeras letras de su denominación Belgique, Nederlands, Luxembourg) pionero en la construcción de la comunidad de países del Viejo Continente.
Madrugador como es Jorge Mario Bergoglio (en su conversación con los jesuitas en Indonesia reveló que se levanta a las cuatro de la mañana) poco después de las siete abandonó Casa Santa Marta para dirigirse al aeropuerto de Fiumicino donde el Airbus de ITA Airways despegó a las ocho en punto. Esta vez le acompañamos 64 periodistas, algunos de ellos por primera vez y otros, como el que suscribe, con una dilatada experiencia.
En poco más de dos horas llegaremos al aeropuerto internacional de Luxemburgo-FIndel donde el Pontífice será recibido por los grandes duques Henri y Marie Therese y el primer ministro, Luc Frieden, y, después de los tradicionales honores, se dirigirán al Palacio del Gran Ducado situado en el centro de la capital de este minúsculo país que cuenta con poco más de medio millón de habitantes (de los que el 41,43 por ciento se declara católico).
En total el Papa va a permanecer ocho horas en Luxemburgo, las suficientes para mantener un encuentro privado con los grandes duques, que, como sus padres y abuelos, son católicos fervientes, pronunciar un discurso ante las autoridades y el Cuerpo Diplomático, acudir a la Catedral de Notre-Dame para encontrarse con la comunidad católica y emprender viaje con dirección a Bruselas.
Figura prominente del catolicismo luxemburgués es el cardenal jesuita Jean-Claude Hollerich, muy vinculado al Papa que le ha nombrado relator general del Sínodo de los Obispos. Hombre de talante muy abierto ha hecho la víspera de la llegada papal unas declaraciones al ‘Luxemburg Wort’, el más importante diario del gran ducado. Sin querer adelantar nada sobre los objetivos y posibles resultados de la visita papal ha sentenciado que “el que es católico no puede ser de extrema derecha”. También recalcó que “todos los pedófilos no deberían ser ordenados sacerdotes”.
Y a propósito del citado periódico, permítanme un recuerdo personal. En los ya lejanos años setenta lo dirigía el canónigo André Heiderscheid con el que yo mantuve estrechos contactos en un período de mi vida ligado a la UCIP (Unión Católica internacional de Prensa) desgraciadamente desaparecida. Fui invitado por él a pasar unos días en el Gran Ducado para conocer en directo la vitalidad de su vida religiosa. Recuerdo muy bien que me impresionaron las cifras relacionadas con la participación laical en la vida eclesial, las estadísticas de frecuentación sacramental, el número de vocaciones y la gran labor asistencial a través de Cáritas. Con el paso de los años y el avance de la secularización la situación ha variado no poco. Recientemente un extraordinario escándalo ha sorprendido a todo el país al descubrirse un fraude de sesenta millones de euros “desparecidos” en la administración de la organización caritativa, sobre el que está investigando la policía.
*Enviado especial de Vida Nueva a Luxemburgo y Bélgica