El papa Francisco recuerda a Luxemburgo su “responsabilidad” como país rico con las “naciones más desfavorecidas”

El papa Francisco en su discurso a las autoridades de Luxemburgo

“Todos somos hermanos. La riqueza —no lo olvidemos— es una responsabilidad. Por esa razón, pido una vigilancia constante para no descuidar a las naciones más desfavorecidas, es más, para que se les ayude a salir de sus condiciones de empobrecimiento”. Este ha sido uno de los principales mensajes que el papa Francisco ha dejado en su primer discurso en Luxemburgo ante las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.



Según ha explicado el Pontífice, “la Doctrina Social de la Iglesia indica las características del progreso y las vías para alcanzarlo. También yo me he incorporado en la estela de este magisterio profundizando dos grandes temas: el cuidado de la creación y la fraternidad. En efecto, el desarrollo, para ser auténtico e integral, no debe expoliar y degradar nuestra Casa común ni debe dejar al margen a pueblos o grupos sociales”.

En su impulso para que Luxemburgo no se olvide de los países pobres, Jorge Mario Bergoglio les ha recordado que “esta es una manera adecuada para conseguir que disminuya el número de los que se ven obligados a emigrar, a menudo en condiciones inhumanas y peligrosas. Dejemos que Luxemburgo sea una ayuda y un ejemplo en el indicar el camino a seguir para la acogida e integración de migrantes y refugiados”. “Ustedes son un modelo”, ha aseverado.

La guerra: destrucción y muerte

Durante su intervención, el Papa no ha olvidado una vez más denunciar las guerras activas en todo el mundo, pero echando la vista a Europa. “Por desgracia, hay que constatar el resurgimiento, incluso en el continente europeo, de desavenencias y enemistades que, en lugar de resolverse sobre la base de la buena voluntad mutua, la negociación y la labor diplomática, desembocan en hostilidades abiertas, con su secuela de destrucción y muerte”.

Y ha continuado: “Parece que el corazón humano no siempre sabe preservar la memoria y que periódicamente se extravía y vuelve a los trágicos caminos de la guerra. Hemos perdido la memoria. Para curar esta peligrosa esclerosis, que enferma gravemente a las naciones y corre el riesgo de lanzarlas a aventuras con inmensos costes humanos, renovando inútiles masacres, es necesario mirar hacia lo alto, es necesario que la vida cotidiana de los pueblos y de sus gobernantes esté animada por elevados y profundos valores espirituales”.

Para Francisco, “Luxemburgo puede indicar a todos las ventajas de la paz en contraste con los horrores de la guerra, las ventajas de la integración y promoción de los migrantes frente a su segregación, los beneficios de la cooperación entre las naciones frente a las nefastas consecuencias del endurecimiento de posiciones y la búsqueda egoísta y miope, o incluso violenta, de los propios intereses”. “Les agradezco tanto por ese espíritu de acogida a los migrantes y por integrarlos en la sociedad…”, ha subrayado.

Tras estas palabras, el Papa se ha detenido y, de forma espontánea, les ha pedido a las autoridades estar atentos a las bajas tasas de natalidad. “Por favor, más niños, son el futuro, no digo más niños y menos perros, pero sí más niños”, ha dicho con una sonrisa.

Compromiso con una Europa unida

Francisco ha dedicado parte de su discurso a alabar el buen hacer de los gobernantes luxemburgueses. Y es que, “desde el final de la Segunda Guerra Mundial, vuestro país se ha distinguido por su compromiso en construir una Europa unida y solidaria, en la que cada país, grande o pequeño que fuera, tuviera su propio papel, dejando atrás por fin las divisiones, los contrastes y las guerras provocadas por nacionalismos exasperados e ideologías perniciosas”. “Las ideologías son siempre un enemigo de la democracia”, ha aseverado.

“También hay que reconocer -ha agregado- que cuando prevalece la lógica del enfrentamiento y de la contraposición violenta, los lugares que se encuentran en la frontera entre las potencias en conflicto acaban siendo fuertemente implicados. Cuando, en cambio, los espíritus encuentran por fin caminos de sabiduría, y la oposición es sustituida por la cooperación, entonces esos mismos lugares se convierten en los más adecuados para indicar, no solo simbólicamente, la necesidad de una nueva era de paz y las vías a seguir”.

Y ha añadido: “La historia de paz en Luxemburgo es necesaria. Es muy triste que hoy en un país de Europa la inversión que hace ganar más dinero es la fábrica de armas”.

A su vez, Bergoglio ha señalado que “la sólida estructura democrática de vuestro país, que vela por la dignidad de la persona humana y la defensa de sus libertades fundamentales, es el requisito indispensable para desempeñar un papel tan relevante en el contexto continental”.

En efecto, “no es la extensión del territorio o el número de habitantes la condición indispensable para que un Estado desempeñe un papel importante en la escena internacional, o para que se convierta en un centro neurálgico a nivel económico y financiero. Es más bien la paciente construcción de instituciones y leyes sabias que, al regular la vida de los ciudadanos según criterios de equidad y en el respeto del estado de derecho, sitúan a la persona y al bien común en el centro, previniendo y contrarrestando los peligros de discriminación y exclusión”, ha recalcado.

Según sus palabras, “esta savia vital, esta fuerza siempre nueva de renovación personal y social es el Evangelio“. “El Evangelio de Jesucristo es el único capaz de transformar profundamente el alma humana, haciéndola capaz de obrar el bien incluso en las situaciones más difíciles, de apagar los odios y reconciliar a las partes en conflicto. Que todos, cada hombre y cada mujer, en plena libertad, puedan conocer el Evangelio de Jesús, que ha reconciliado en su Persona a Dios y al hombre, y que, sabiendo lo que hay en el corazón humano, puede sanar sus heridas”, ha remarcado.

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