El papa Francisco deja los papeles a un lado para “pedir perdón” en Bélgica por la “vergüenza” de los abusos a menores

El papa Francisco, en su discurso ante las autoridades en Bélgica

Las monarquías europeas conservan sus venerables tradiciones y sus fastuosas residencias. Es el caso de los Reyes de Bélgica, Felipe y Matilde, que ocupan el trono desde el 21 de julio de 2013 después de la abdicación de su padre, el rey Alberto II. Viven en el castillo de Laeken, una construcción que se remonta al siglo XVIII y que está rodeada de jardines y frondosas arboledas.



En ese escenario se ha desarrollado esta mañana el recibimiento al papa Francisco que, a su llegada al castillo, fue acogido por un batallón de guardias de honor a caballo que le acompañaron hasta la puerta principal, donde le esperaban los monarcas.

La reina vestía de blanco, como es permitido solo a las soberanas católicas. Después de firmar el libro de honor, entraron en el despacho real, donde estaban sus cuatro hijos y el encuentro se desarrolló en un ambiente muy íntimo, ya que la familia real belga son cristianos fervientes y practicantes.

Duras palabras del primer ministro

En la Gran Galería habían ya ocupado sus puestos los centenares de invitados –embajadores, políticos, representantes de la cultura y de la vida social- que, en torno a las diez de la mañana, escucharon el primer discurso del Rey ,que alabó que Jorge Mario Bergoglio, “consciente de los tormentos de nuestro mundo, ha hecho de su lucha contra todas las formas de injusticia el corazón de su vocación”.

Y, al mismo tiempo, reconoció que el Papa había condenado con firmeza la tragedia de los abusos sexuales de menores”. Este tema, que ha agitado profundamente las aguas de la sociedad belga, fue abordado por el primer ministro, Alexander de Croo, que dedicó la mitad de su discurso a tan espinoso asunto.

“Hoy –dijo hablando en flamenco- no bastan las meras palabras. También hay que dar pasos concretos. Hay que escuchar a las víctimas. Deben estar en el centro. Tienen derecho a la verdad. Las atrocidades deben ser reconocidas y debe hacerse justicia. No es solo un imperativo moral, sino un paso necesario para recuperar la confianza. La dignidad humana debe ser lo primero, no los intereses de la institución”.

El papa Francisco, con los reyes de Bélgica

El papa Francisco, con los reyes de Bélgica

El dolor del Papa

El discurso que le habían preparado al Papa no se salía de los esquemas habituales y, en ese sentido, era poco noticioso, pero además el texto era ‘blando’ al referirse al drama de los abusos sexuales dentro de la Iglesia belga (recuérdese el tremendo caso del obispo de Brujas, acusado de abusar de sus sobrinos durante años).

Inicialmente habría tenido que lamentar “la irrupción de dolorosos anti testimonios. Pienso en los dramáticos casos de abusos de menores, un flagelo que la Iglesia está afrontando con decisión y firmeza, escuchando y acompañando a las personas heridas e implementando un amplio programa de prevención en todo el mundo”.

Armándose de valor, Francisco improvisó estas frases: “Esta es la vergüenza que hoy todos tenemos. Mi pensamiento va a los santos inocentes asesinados por el rey Herodes, pero ahora es la misma Iglesia la que ha cometido este crimen. Tenemos que pedir perdón y resolver esta situación del todo para que no se repita nunca más. Muchos me dicen que las estadísticas demuestran que los casos de pedofilia son más abundantes en otros campos, pero yo digo que un solo caso en la Iglesia es  suficiente. Y de esto hay que pedir perdón; es una vergüenza y una humillación”.

“Europa –había dicho antes- necesita a Bélgica para llevar adelante el camino de paz y fraternidad entre los pueblos que la forman. Este país recuerda a todos los demás que cuando -basándose en las más variadas e insostenibles excusas- se comienzan a desacatar las fronteras y los tratados y se deja a las armas el derecho a crear el derecho, subvirtiendo el que está vigente, se destapa la caja de Pandora y todos los vientos comienzan a soplar violentamente, batiéndose contra la casa y amenazando con destruirla”.


*Enviado especial de Vida Nueva a Luxemburgo y Bélgica 

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